Itinerantes. Revista de Historia y Religión 22 (jul-dic 2025) 51-65
https://doi.org/10.53439/revitin.2025.2.04
Esther de Cáceres, poeta católica en el Uruguay del siglo XX
Esther de Cáceres, a Catholic poet in the 20th century Uruguay
Clara Umpiérrez Nova
Centro Regional de Profesores del Centro – Florida
https://orcid.org/0000-0003-2244-8271
clara.umpiérrez@docente.ceibal.edu.uy
Resumen
Aunque la literatura religiosa fue parte, en mayor o menor medida, de la producción de los escritores uruguayos desde los inicios de la literatura del país, con el proceso de secularización iniciado a finales del siglo XIX, las obras de esta temática empezaron a ser cada vez más escasas. Sin embargo, en el período de entreguerras y por la influencia de artistas y pensadores europeos, la literatura religiosa resurge, destacándose principalmente la poesía de Esther de Cáceres (1903-1971).
Las ínsulas extrañas (1929), su primer libro, marcará su ingreso al ámbito literario de Uruguay y además, le permitirá posicionarse como una agente cultural, difundiendo las obras de pensadores y artistas que admiraba a través de artículos, conferencias, clases y grupos de estudio.
En el presente trabajo nos proponemos indagar acerca de la construcción de Esther de Cáceres como poeta e intelectual católica, lo que la ayudó a ganar un lugar destacado en el panorama cultural de Uruguay. Para eso nos detendremos en la publicación y recepción de su primer libro, así como en las distintas actividades de difusión del pensamiento católico que llevó adelante, especialmente de la obra de Jacques Maritain.
Palabras clave: intelectuales católicos, poesía religiosa, difusión cultural
Abstract
Although religious literature was part, to a greater or lesser extent, of the output of Uruguayan writers since the beginning of the country's literature, with the process of secularization that began at the end of the 19th century, works on this subject began to become increasingly scarce. However, in the interwar period, and due to the influence of European artists and thinkers, religious literature resurfaced, particularly the poetry of Esther de Cáceres (1903-1971).
Las ínsulas extrañas (1929), her first book, marked her entry into the national literary scene and also allowed her to position herself as a cultural agent, disseminating the works of thinkers and artists she admired through articles, lectures, classes, and study groups.
In this article, we explore the construction of Esther de Cáceres as a Catholic poet and intellectual, which helped her gain a prominent place in the national cultural landscape. To this end, we will focus on the publication and reception of her first book, as well as the various activities she carried out to disseminate Catholic thought, especially the work of Jacques Maritain.
Keywords: Catholic intellectuals, religious poetry, cultural dissemination
Fecha de envío: 31 de julio de 2025
Fecha de aceptación: 7 de octubre de 2025
Los intelectuales católicos frente a la secularización del Estado
Desde finales del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, los esfuerzos de los católicos uruguayos para desarrollar su labor social chocaron con un ambiente cada vez más laico, en el que era objeto de debate la visibilidad que debían tener las creencias religiosas particulares y la conveniencia de las manifestaciones colectivas de fe en el espacio público.1 Esta cuestión, que afectó a la población en general, fue principalmente problemática para aquellos intelectuales que profesaban la religión católica.
A partir de la década del treinta, una de las figuras más relevantes fue Esther de Cáceres (Montevideo, 4 de septiembre de 1903. Rianxo, Galicia, 3 de febrero de 1971), quien se definió como una escritora católica y que desarrolló una amplia labor como difusora cultural. Desde su presentación como poeta, cuando se cumplían diez años de la Constitución de 1919, se enfrentó a las dificultades que acarreaba escribir poesía religiosa y difundir la obra de algunos pensadores católicos con posterioridad a la separación de la Iglesia y el Estado.
Susana Monreal afirma que, en Uruguay, “desde fines del siglo XIX nunca ha representado un privilegio o un respaldo el ser católico” (2000: 8). La Iglesia Católica, débil si la comparamos con la organización y trascendencia que tuvo en otros países latinoamericanos, perderá en unas pocas décadas su lugar y su poder.
En 1919, con la entrada en vigencia de una nueva Constitución,2 los católicos vieron como los espacios de expresión de su pensamiento se redujeron todavía más. El grupo de los intelectuales católicos comenzó a desintegrarse y en la sociedad empezó a primar un ideal integrador y laico, que favorecía la imparcialidad y desalentaba las manifestaciones de fe en el espacio público (Caetano, 2006: 128-129).
Alberto Methol Ferré resume la situación de la Iglesia Católica uruguaya desde la década de 1920 diciendo que “la vida religiosa del país ha quedado como una paralela independiente de la vida uruguaya cultural y política. El catolicismo, por las razones expuestas, se replegó en una práctica sacramental y la vida cristiana personal, de testimonio.” (1969: 51).3
Este retroceso supuso que los intelectuales católicos vieran cada vez más reducida su presencia en los espacios públicos desde fines del siglo XIX y que, en el siglo XX solo encontremos figuras aisladas como Esther de Cáceres, Enrique Casaravilla Lemos, Dardo Regules, Gustavo Gallinal o Alberto Zum Felde, personalidades relevantes pero que no alcanzan para hacer destacar a los intelectuales católicos en la cultura uruguaya (Methol Ferré, 1969: 57).
En la década del sesenta, Patricio Rodé y Juan Luis Segundo, elaboraron la idea del “gueto católico” al sostener que, en Uruguay, luego de la separación de la Iglesia y el Estado, los católicos se refugiaron bajo una “campana de cristal”, construyendo una pequeña sociedad que contaba con sus propios órganos de prensa, partido político, colegios, sindicatos (Etchechury Barrera, 2024: 15). Los autores destacaban, más que la actuación de los católicos en los diversos ámbitos de la sociedad uruguaya, sus estrategias para protegerse en un país que les resultaba hostil (Greising Díaz, 2024: 31).
Carolina Greising Díaz discute esta idea y afirma que, después de 1919, los católicos no se guetificaron sino que se adaptaron a la nueva realidad y trabajaron activamente para reforzar su importancia en los ámbitos propios de la sociedad civil (2024: 21).
Como parte del laicado uruguayo, los intelectuales católicos fueron estimulados por las autoridades católicas a defender públicamente sus creencias, a trabajar en conjunto y a buscar espacios para desarrollar sus actividades. Esta nueva situación les permitió a algunos, como Esther de Cáceres, convertirse en personalidades destacadas de la cultura.
En este trabajo proponemos la hipótesis de que, frente a un panorama cada vez más laico, como el de la primera mitad del siglo XX, De Cáceres debió utilizar una serie de estrategias que le permitiera presentarse en el espacio público como una escritora católica. Estas tuvieron que ver con el establecimiento de “redes” que, desde el principio de su carrera, le sirvieron como sostén y le permitieron manifestarse en un lugar donde los aportes católicos habían disminuido considerablemente. Las relaciones que estableció con algunos intelectuales católicos uruguayos, como Alberto Zum Felde, Eduardo Dieste, Carlos Real de Azúa, Giselda Zani, Clara Silva, y extranjeros, como Gabriela Mistral y Jacques Maritain, fueron la base sobre la que ella cimentó su imagen como poeta religiosa, intelectual católica y referente en ciertos temas.
La construcción de una poeta católica: Las ínsulas extrañas (1929)
Las distintas notas biográficas, entrevistas y testimonios sobre Esther de Cáceres nos muestran cómo, desde su juventud, fue construyéndose lentamente como una intelectual católica. En este proceso fue decisivo su ingreso a la Universidad de Mujeres y más adelante, a la Facultad de Medicina, carrera de la que egresó en 1929.
Durante sus años como estudiante, buscó ideas con las que identificarse, hasta que reencontró el catolicismo. Este fue el mismo proceso que atravesaron otros intelectuales a principios del siglo XX, quienes sintieron que “La época engullía toda trascendencia y la sustituía por fugacidad, inmediatez e inmanencia. Esta experiencia de desvanecimiento y “desencantamiento” (...) fue traumática para muchos” (Herrero-Senés, 2011: 375). El catolicismo se presentó como un paradigma en el que creer, una salida de la situación decadente de las sociedades occidentales y una recuperación de valores trascendentes.
Sobre el asunto habló Esther de Cáceres en su ponencia “Cultura religiosa de la mujer americana” (1935). En esta, resume algunas de sus ideas sobre la importancia de la religión y la educación católica, mostrando que, en un mundo donde el materialismo y el marxismo parecen ser las únicas opciones posibles a los problemas sociales, la Iglesia católica también se ha preocupado y ha ofrecido su visión sobre estas cuestiones:
La unilateralidad con que se acepta la doctrina marxista y el plan de lucha de clases ha obnubilado para pensar en la posibilidad de otras soluciones, ha obnubilado además para ver que hay quienes, desde otro ángulo y desde otra luz, consideran el problema obrero. Por esto casi no se conoce en América la encíclica Rerum Novarum, uno de los documentos más interesantes de la Iglesia contemporánea. La encíclica plantea los problemas sociales desde el punto de vista cristiano y abre una puerta anchísima a los que se preocupan por esos problemas. (De Cáceres, 1935: 233).
Estas palabras parecen nacidas de su propia experiencia. Lucio Cáceres, sobrino de la poeta, explica que: “En los primeros años fue militante [socialista], pero se fue alejando de la política y cuando los horrores de Rusia llegaron a las oídas del Uruguay, Esther y muchos intelectuales se movilizaron a un pensamiento liberal cristiano, como sucedió en Europa y en varios países de América.” (Entrevista a Lucio Cáceres, realizada por María Clara Umpiérrez, 11 de marzo de 2021).
En el Cuaderno 97, relata una conversación con su confesor de muchos años, el sacerdote dominico Luis A. Montes de Oca, donde afirma que su vuelta al catolicismo se debió a “la influencia que Bergson tuvo para alejarme de mi ilusión socialista”4 En las primeras décadas del siglo XX, la lectura de Henri Bergson fue importante para el fortalecimiento de ese nuevo espiritualismo en América Latina (Compagnon, 2008) hasta que, luego de la Primera Guerra Mundial, la influencia de su pensamiento fue desplazado por el de Jacques Maritain, un autor que terminó siendo fundamental para la construcción de Esther de Cáceres como intelectual católica y como poeta.
Su búsqueda la llevó a acercarse a distintos grupos culturales, como Teseo, dirigido por Eduardo Dieste, y a organizar sus primeras actividades públicas como la dirección de la revista Pasteur (1927). Estos trabajos previos propiciaron que, en 1929, se diera a conocer en el ambiente cultural montevideano como una poeta católica, a partir de la publicación de su primer libro, Las ínsulas extrañas, por el sello La Brasa.
La editorial fue un proyecto de la Asociación Cultural La Brasa (Santiago del Estero, 1925), integrada, entre otros, por Bernardo Canal Feijóo, y formada con la intención de estimular la cultura provincial y los intercambios con otros grupos, tanto argentinos como extranjeros (Mailhe, 2013: 165). La Brasa publicó el Periódico de Artes y Letras entre 1927 y 1928 y un único libro, el primero de Esther de Cáceres.
Las circunstancias de la edición del poemario muestran lo importante que fue para la poeta el establecimiento de redes con otros intelectuales, católicos o no, desde el principio de su carrera.
Esther de Cáceres conoció a Canal Feijóo a través de Eduardo Dieste y Juan Parra del Riego, quienes eran amigos de su marido, Alfredo Cáceres. La amistad con estos autores pertenece al primer tiempo, cuando ella era estudiante de medicina y todavía no publicaba, aunque ya escribía. Como podemos leer en la correspondencia que intercambió con escritores uruguayos de la década del veinte,5 Canal Feijóo colaboró en la difusión de sus obras del otro lado del río, así como también fue invitado a participar en diferentes emprendimientos culturales del grupo en Montevideo. Es a partir de estos vínculos que podemos contextualizar la publicación de Las ínsulas extrañas.
Este pequeño libro está integrado por veinte poemas, numerados y de diversa extensión. Formalmente, encontramos en estas composiciones características que se repetirán en sus demás obras: poemas cortos, versos breves, palabras sencillas, elecciones que privilegian la musicalidad del texto sin recurrir a la rima (Umpiérrez, 2019: 49). Siguiendo las ideas estéticas de Jacques Maritain —presentadas en Arte y Escolástica (1920) y en libros posteriores— la autora evita cualquier referencia anecdótica, en el entendido de que corrompen la verdadera naturaleza del poema.
A partir de las propuestas de Maritain sobre la vuelta a las fuentes de la tradición, Esther de Cáceres construye una obra fuertemente influenciada por los temas y los símbolos de la poesía mística española, principalmente los relacionados con la vía del místico (Romiti, 2015; Umpiérrez, 2019).
En Las ínsulas extrañas, todo comienza con un cambio en la visión del mundo y el descubrimiento de Dios, como lo explica en el poema I: “Pero tú has encendido mi lámpara/ Dios mío” (2015: 3). Para dar los primeros pasos en el camino es necesario alejarse de la materialidad del mundo y buscar lo verdadero: “Atrás quedaron/ Raras palabras con que mi lengua/ Pidió el olvido de toda cosa” (II. 2015: 4) “Todavía he de ir sobre la tierra/ En las noches inmensas,/ Todavía he de llegar a las fuentes/ Y las encrucijadas inciertas…// Todavía he de ir, alegre como una danza,/ Sin que mi cuerpo caiga/ Distraído y feliz/ En el terciopelo de los campos.” (XIV. 2015: 11).
La paciencia es fundamental para quien realiza el recorrido puesto que los tiempos humanos y el de la divinidad son diferentes: “Yo quieta…/ Ni siquiera/ La frescura y la gracia/ De sus lágrimas buenas…// Ay! Todo esto/ Antes de llegar a tu lado,/ Para que me devuelvas/ Mi alma/ Rediviva en ritmos eternos…” (V. 2015: 5-6). El poema V nos muestra que, mientras la vida terrenal es efímera, el más allá y los dones de Dios son para siempre (Umpiérrez, 2019: 108). El yo lírico tiene certeza de que todo esto ocurrirá, confía plenamente en Dios: “ha de venir el Otoño/ Lo esperaré en mi portal,/ Ha de venir el Otoño/ Y se dorará mi paz.” (IV. 2015: 5).
El último poema del libro, nos presenta al yo lírico en paz, dado que el encuentro se ha producido: “Gesto de Dios/ La paz de la tarde.// Palabra de Dios/ La música del aire.// Gracia de Dios/ Mi Corazón y el Cielo.” (XX. 2015:15).
La cercanía de esta obra con las propuestas estéticas del momento, alejadas de lo anecdótico y universalista, generaron que, en su mayoría, la crítica tuviera conceptos elogiosos acerca de este libro, lo que causó gran sorpresa en la autora. Así se lo dice en una carta a su editor argentino: “El hecho es que las pocas personas a quien regalé ejemplares —las únicas que de veras me interesaban— hicieron cierto ambiente, intensificado todavía por el carácter novelero de esta gente de aldea.”6 Aunque ella sostuvo que no se involucró en esta publicación (hecho que no podemos comprobar fehacientemente), Las ínsulas extrañas fue indispensable para la conformación de la identidad de Esther de Cáceres quien, a partir del momento de su publicación, quedó indefectiblemente asociada al catolicismo uruguayo.
Los primeros en reseñar y comentar su libro fueron sus allegados. La revista Alfar, de Julio J. Casal, publicó dos reseñas. La primera, muy breve, es de Juvenal Ortiz Saralegui (marzo-abril 1929). En la segunda, titulada “El íntimo sostén de Esther de Cáceres”, Vicente Basso Maglio menciona algunas cuestiones que serán una constante en la poesía de Esther de Cáceres: el alejamiento de las cosas del mundo, el resguardo en su soledad interior y, en cuanto a la construcción de sus poemas, el no quedarse en las “figuras limitadas” a partir del “equilibrio lírico que nos libra de todas las relaciones objetivas que estamos viendo hoy”.7
Por su parte, La Pluma publicó la opinión de Enrique Dieste, quien llamó la atención sobre la novedad de esta voz poética, un “alma inclinada a sí, sobre su Corazón”,8 coincidiendo con Basso Maglio en la idea del recogimiento de la poeta y destacando además la musicalidad de sus composiciones.
En el tercer tomo de Proceso intelectual del Uruguay, de 1930, Alberto Zum Felde incluyó una breve reseña del poemario, que sirvió de presentación de la autora y su obra, colocándola en un lugar destacado, más teniendo en cuenta que hacía menos de un año que había publicado su primer libro. El crítico llamó la atención sobre aspectos como el alejamiento de lo terrenal, su “aspiración mística” (1930: 238), un misticismo que es una “realidad esencial de su conciencia (…) una experiencia viva de su alma” (1930: 238).
Estas breves reseñas, escritas por personas cercanas a ella, sirvieron para introducir a Esther de Cáceres como una joven poeta católica. El hecho de que sus autores fueran personalidades consagradas y que aparecieran publicadas en revistas culturales importantes, le dio una mayor proyección en el ámbito local y actuaron de respaldo en un ambiente donde una propuesta poética de este tipo podía ser rechazada sin más miramientos.
La crítica valoró Las ínsulas extrañas como un libro original en el contexto literario uruguayo, no porque no hubiera ejemplos anteriores de literatura religiosa en el país, sino por la novedad que representaba que, en pleno proceso de secularización, una poeta se presentara como católica, ofreciendo al lector una obra de temática religiosa. La totalidad de su poesía muestra su compromiso y su independencia de las ideas artísticas que se hicieron más importantes en Uruguay bajo el influjo de la llamada “Generación del 45”.
Este pequeño volumen ocupa un lugar destacado dentro de la vasta producción lírica de Esther de Cáceres9 porque marca el tono de toda su obra, lo que permitiría afirmar que sus poemas “forman un solo libro”, como dice Roberto Ibáñez.10 Podemos decir que el poemario fue un manifiesto: ya desde el título (un verso de san Juan de la Cruz) declara su filiación con la tradición mística española11 y en los veinte poemas que lo componen, presenta sus ideas estéticas, que son las de Jacques Maritain. Es un libro que refleja las preocupaciones, vivencias y sentimientos de alguien que acaba de reintegrarse a la fe católica y también es una respuesta a quienes consideraban que este tipo de producción literaria había terminado con la separación entre la Iglesia y el Estado.
Consolidación de Esther de Cáceres como intelectual católica
Con el correr de los años y luego de la publicación de su primer libro, su labor cultural fue cada vez mayor, afianzándose como una importante intelectual católica entre las décadas del treinta y el cincuenta.
Su trabajo posiblemente se vio estimulado por los cambios que promovieron las autoridades eclesiásticas, buscando ganar terreno en la sociedad. Por ejemplo, la fundación de la Acción Católica Uruguaya, en 1934, se enmarca dentro de estos esfuerzos por darle una nueva estructura a la labor tan importante que los laicos ya desarrollaban en el país (Monreal, 2000: 9-10).
Esther de Cáceres se presentó ante la sociedad uruguaya como una intelectual que propone y sostiene sus creencias a través de sus poemas, clases y publicaciones diversas (Umpiérrez, 2019: 74), sin que por eso sintiera la necesidad de alejarse de otros espacios y grupos, enfrentando las dificultades que esto podía acarrear y mostrando con su ejemplo, que los católicos también formaban parte de la cultura del país. Por esa actitud, que se convirtió en su sello personal, Real de Azúa se refiere a su “apostolado (...) religioso pero también laico”,12 frase que muestra la creencia de que, en la sociedad, existían dos esferas separadas entre las que De Cáceres se movía.
Los intelectuales católicos continuaron en estas décadas las discusiones sobre cómo definirse y cuál era el papel que deberían cumplir en la sociedad. Las más significativas fueron motivadas por la realización de la “Exposición del libro y publicaciones católicas”, ocurrida en noviembre de 1956 y organizada por la Acción Católica. Por lo menos en dos periódicos se publicaron notas sobre el asunto, lo que muestra el interés por reflexionar sobre los escritores católicos y sus producciones. Al comienzo de su artículo “Los católicos y la cultura uruguaya”, Real de Azúa se pregunta: “¿Qué es un escritor católico?” pero no elabora una respuesta, visibilizando la dificultad para llegar a una definición al respecto. El autor plantea que este tipo de exposiciones sirven como testimonio de “la importancia de un aporte cultural no siempre bien reconocido. Y lo que (tal vez) sea más decisivo, invita a meditar sobre esa contribución, la contribución de una de nuestras más permanentes «familias espirituales»”.13 Ernesto Pinto, sin embargo, contesta: “un católico que da el testimonio de su fe, en aquello que realiza de acuerdo con la íntima e irrenunciable vocación (...) En todo lo que escriba un católico pondrá el signo de la fe, por la que tiene una visión especial de la vida, el tiempo y de los hombres”.14 También Jorge Surraco ensaya una definición:
Lo católico trasciende esencias vivas por lo que se separa y se distingue netamente del concepto utilitario, materialista, de quienes consideran la vida con un enfoque disminuido. Quien se expresa «en católico» debe tener la inquietud de las cosas eternas que viven en su alma y el conocimiento del otro mundo más allá de este (...) Enseñar el mensaje con simpatía y no con expresión adusta y exotérica que no llega a la masa humilde. Así debe ser el escritor católico y si así no lo hace, difícilmente será escritor y ciertamente no será católico.15
Estos ejemplos muestran que, entre la intelectualidad católica uruguaya, comenzaba a darse una división cada vez más marcada entre sus creencias y la producción intelectual. Los escritores católicos estaban llamados a manifestar la fe en el ámbito público a partir de sus obras, algo que resultaba difícil. Álvez Francese sostiene que, con la aparición en el escenario crítico de la llamada “Generación del 45” uruguaya, su labor sería cuestionada, no tanto por una reacción anticatólica, de clase o partidaria, sino por “un desprecio, una incomprensión por cualquier cosa que no aluda de manera más o menos directa al contexto inmediato, cotidiano, plano. Un desprecio, en suma, por lo literario”,16 que se manifestó en burlas hacia sus obras y sus actitudes o, directamente, en el menosprecio de sus aportes a la cultura.
En este período, Esther de Cáceres buscó consolidar su lugar como intelectual católica, llevando adelante una serie de actividades culturales que abarcaron modalidades y temáticas varias: escribió artículos de prensa, prologó y tradujo libros, participó de audiciones radiales y dictó conferencias sobre la obra de escritores, artistas y pensadores uruguayos y extranjeros. Se desempeñó como docente en distintos ámbitos, dictando clases en la Facultad de Humanidades y cursos sobre temáticas religiosas en el Club Católico y la Cátedra de Cultura Católica Contemporánea. Integró distintos grupos de estudio, discusión y difusión, algunos fundados por ella. Presidió la Asociación de Estudiantes y Profesionales Católicos, donde llevó adelante diversas actividades culturales.17 Intercambió una vastísima correspondencia por medio de la cual tendió lazos con artistas y pensadores uruguayos y extranjeros. Además, entre los años 1930 y 1950, publicó ocho libros de poemas y dos antologías, y recibió un total de cuatro premios literarios.
La magnitud de su trabajo y el ahínco con el que lo llevó adelante la volvieron, según Clara Silva, “parte intrínseca de la cultura de nuestro país”.18 Usando otros términos, Real de Azúa la describe como “una presencia casi ubicua de nuestra vida cultural, una agitadora de ideas y de fervores” (1964: 370). Estas expresiones muestran que, con el paso de los años, su participación en distintos espacios de la cultura uruguaya y el valor de sus aportes sobre la obra de poetas, artistas y pensadores, se volvió incuestionable, principalmente en lo referente al pensamiento de Jacques Maritain.
La amistad entre Esther de Cáceres y el filósofo francés, comenzó a gestarse, primero, a través de las lecturas de la obra de Henri Bergson, que la poeta realizó en la Universidad de Mujeres y, posteriormente, de la del propio Maritain, que se había popularizado rápidamente en el Río de la Plata. Es posible que la poeta haya asistido a la totalidad de las conferencias que dictó Maritain en Montevideo y Buenos Aires durante su visita entre julio y noviembre de 1936, y que haya presenciado las discusiones y leído los comentarios que aparecieron en la prensa.
Dice Compagnon (2003) que entre las décadas del treinta y del cincuenta en América Latina se dieron una serie de polémicas acerca de la filosofía de Jacques Maritain, motivadas por el giro en su pensamiento: hasta 1936, el francés había sido leído como un católico conservador que estaba en contra de la modernidad. Pero, luego de la publicación de su libro Humanismo integral (1935), su posición se volvió más “progresista”, proponiendo aceptar los cambios del mundo moderno y postulando que los católicos debían adaptarse a ellos. Esto condujo a que varios de sus defensores latinoamericanos reaccionaran violentamente en contra (Ruderer, 2022).19
El debate se dio de forma diferente en Uruguay. José Rilla afirma que la presencia de Maritain en el Río de la Plata “apenas impactó en los círculos oficiales del catolicismo uruguayo” (2020: 48), por ejemplo, el diario católico El Bien Público casi no menciona las conferencias del filósofo (2020: 53-54). Como sucedió en otros países del continente, mientras algunos católicos uruguayos marcaron su distancia con el filósofo, otros salieron en su defensa. Este compromiso los puso en el centro de un debate que, por más que haya sido limitado, los obligó a escribir y a manifestar públicamente sus posturas sobre diferentes temas políticos, sociales o artísticos.
Esther de Cáceres usó distintos medios para presentar las ideas de Maritain y sus opiniones al respecto. En julio de 1936, dictó tres clases sobre el filósofo, invitada por la Academia de Estudios Religiosos, y las transcripciones de estos encuentros fueron publicadas en la revista Tribuna Católica. El 22 de agosto de 1938, brindó una conferencia titulada “Valor de la filosofía de Jacques Maritain” en el Club Juventud “Joaquín de Salterain”. En los años siguientes siguió escribiendo notas para distintos medios de prensa, por ejemplo, el 5 de octubre de 1956 aparece en El Ciudadano un artículo titulado “Lección de Jacques Maritain”, en el que resume algunos de sus conceptos más importantes y propone que el estudio de su obra será
el buen camino, el único camino para conocer, a la vez que su extraordinario mensaje cristiano, la desviación de sus detractores ocasionales, la desproporción de una polémica en la que —naturalmente— el gran filósofo no ha entrado nunca, y el cumplimiento de esta misteriosa ley por la que la persecución es siempre la prueba de los grandes Apóstoles.20
Con la intención de estimular la reflexión y el intercambio sobre el pensamiento de Maritain, Esther de Cáceres se interesó por la traducción al español de sus libros. Primero intentó hacerse cargo de la traducción del Diario de Raïssa Maritain y, más tarde, consiguió que se le encomendara la traducción de Le paysan de la Garonne (Umpiérrez, 2024, 144).
Umpiérrez (2019) explica que la cercanía que sintieron varios intelectuales del período con Jacques Maritain y sus planteos filosóficos, propició la aparición, en distintas partes del mundo, de pequeños grupos que tenían como objetivo la difusión de su pensamiento. En dos cartas (22 de junio de 1946 y 13 de junio de 1949),21 la poeta solicita la guía de Maritain para fundar en Montevideo, un grupo de estudio de sus ideas. Debido a que en las respuestas del filósofo no encontramos ninguna mención sobre este asunto, creemos que emprendió este proyecto por su cuenta, apoyándose en sus amigos y, probablemente, tomando como modelo las reuniones que el francés realizaba en su casa de Meudon. Muchos años después, él la felicita por haber concretado esta obra diciendo: “No soy digno de unir mi nombre al título de su círculo de estudios —en sí misma, la obra que usted realiza allí tiene una importancia considerable, y doy gracias a Dios por ello.”22
En varias de las cartas que Esther de Cáceres le envió a Maritain, ella incluyó recortes de periódicos nacionales, estampas e invitaciones, como testimonio del trabajo realizado por el Círculo de estudio (Umpiérrez, 2019: 73).
Jacques Maritain fue fundamental en la consolidación de Esther de Cáceres como una intelectual católica. Por una parte, le permitió constituirse en una referente local sobre su pensamiento, integrándose, de esta forma, a esa gran “familia” fuertemente interconectada “a través del espacio y de la lengua.”23 La poeta formó parte de la extensa red de relaciones creadas por el filósofo,24 para la difusión de su pensamiento. Al mismo tiempo, los miembros de la red establecían relaciones entre ellos y recibían el respaldo de Maritain, mediante el cual legitimaban sus propias obras. De la misma forma que las redes locales hicieron posible el ingreso de De Cáceres al espacio cultural uruguayo, la que estableció con el francés y sus allegados, le permitió afianzarse en el ámbito local y trascenderlo.
Conclusiones
El proceso de secularización por el que pasó Uruguay, desde finales del siglo XIX y con posterioridad a la entrada en vigencia de la nueva Constitución en 1919, condujo a que la intelectualidad católica fuera perdiendo relevancia en el ámbito cultural. Este proceso modificó la forma en que los escritores católicos se presentaban y los llenó de dudas sobre cuál era su función y la de sus obras en el nuevo panorama literario. A pesar de esto, entre las décadas del treinta y el cincuenta, algunos, entre ellos Esther de Cáceres, desarrollaron una interesante línea poética de temática religiosa. El auge de este tipo de producciones se debió a la influencia que recibieron de autores europeos.
Con su primera obra, Las ínsulas extrañas (1929), se presentó como una poeta católica, una apuesta arriesgada pero que fue, en general, bien recibida. Buscando posicionarse como escritora, usó estrategias que eran comunes en la época: luego de publicado su primer libro, se encargó de distribuirlo entre sus amigos y conocidos, siendo ellos quienes lo reseñaron y comentaron. En este trabajo, propusimos la idea de que, en el período, los intelectuales católicos uruguayos tendieron entre ellos lazos que les permitieron ingresar y permanecer en el campo cultural. Además, buscaron el respaldo de intelectuales extranjeros consagrados. En el caso de Esther de Cáceres, la filosofía estética de Jacques Maritain fue el pilar sobre el cual construyó la totalidad de su obra poética, tan original en las letras uruguayas.
A su poesía se suman las distintas actividades públicas que llevó adelante, las que le otorgaron una clara identidad en el panorama cultural y fueron parte de su construcción como figura pública. Destacamos su labor como difusora del pensamiento de Jacques Maritain, tarea que la ayudó a posicionarse como una referente de la intelectualidad católica del país. Con este propósito escribió numerosos artículos, dictó clases y conferencias, fundó un centro para el estudio de la obra del filósofo, y se encargó de la traducción al español de uno de sus libros.
El estudio de figuras como Esther de Cáceres sirve para visualizar las contribuciones realizadas por los intelectuales católicos a la cultura uruguaya y muestra que, a pesar de las dificultades para producir y difundir sus obras, muchos continuaron haciéndolo, a tal punto que se volvieron indispensables para comprender el período. Seguir profundizando en el tema permitiría comprender mejor los aportes reales de este grupo de autores y también las problemáticas que enfrentaron y cómo las resolvieron.
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1 Para más información sobre el proceso de secularización en Uruguay a principios del siglo XX, ver: Da Silveira, Pablo y Monreal, Susana (2003).
2 El artículo 5 de la Constitución de 1830 establecía que la religión del Estado era la católica. El artículo se modifica en la nueva Constitución de 1917, donde se lee: “El Estado no sostiene religión alguna”.
3 Para ampliar sobre los católicos en Uruguay hasta la primera mitad del siglo XX, ver: Brena, Tomás (1980), Da Costa, Néstor (2019), Geymonat, Roger (comp.) (2004), Zubillaga, Carlos y Cayota, Mario (1988), Bazzano, Daniel et al. (1993), Methol Ferré, Alberto (1969), Greising Díaz, Carolina (2024).
4 Proceso de poemas (Cuaderno 97). 1946. Caja 90-99- C. 97. Colección “Esther de Cáceres”. Archivo literario de la Biblioteca Nacional de Uruguay (BNU).
5 En el Fondo Bernardo Canal Feijóo se encuentran varias cartas enviadas por los uruguayos Alfredo Cáceres, Eduardo Dieste, Pedro Leandro Ipuche, entre otros. Biblioteca Nacional “Mariano Moreno” de la República Argentina, Departamento de Archivos, Fondo Bernardo Canal Feijóo (AR-BNMM-ARCH-BCF).
6 Carta de Esther de Cáceres a Bernardo Canal Feijóo. Montevideo, 18 de marzo de 1929. Fondo Bernardo Canal Feijóo. Biblioteca Nacional “Mariano Moreno” de la República Argentina, Departamento de Archivos, (AR-BNMM-ARCH-BCF).
7 Basso Maglio, Vicente. El íntimo sostén de Esther de Cáceres (mayo-junio 1929). Alfar.
8 Dieste, Enrique. Las ínsulas extrañas. Acotaciones a un libro de poemas de Esther de Cáceres (abril de 1929). La Pluma.
9 Entre los años 1929 y 1969, Esther de Cáceres publicó trece libros de poemas y dos antologías poéticas.
10 Ibáñez, Roberto. Valoración de Esther de Cáceres (5 febrero 1971). Marcha. p. 29.
11 En el manuscrito De Profundis, la propia autora reafirma esa idea: “El nombre de mi primer libro Las ínsulas extrañas revela ya una clave de mi poesía. Siendo esta la expresión más viva de mi ser, ha de vincularse fundamentalmente con mi experiencia religiosa, con mi oración. Aparecían así cantos que pueden relacionarse con la línea de la poesía mística y otros que pueden relacionarse con la poesía religiosa” (Carpeta Originales. Colección “Esther de Cáceres”. Archivo literario de la Biblioteca Nacional de Uruguay. BNU).
12 Real de Azúa, Carlos. Los católicos y la Cultura Uruguaya. (9 de noviembre de 1956). Marcha. p. 20.
13 Real de Azúa, Carlos. Los católicos y la Cultura Uruguaya. (9 de noviembre de 1956). Marcha. p. 20.
14 Pinto, Ernesto. Demostración de poder espiritual y responsabilidad para todos. (16 de noviembre de 1956). El Bien Público. p. 4.
15 Surraco, Jorge. Terminó el ciclo de lecturas de la Exposición del Libro Católico. (17 de noviembre de 1956). El Bien Público. p. 2.
16 Álvez Francese, Francisco. ¡Cuántos reinos nos ignoran! Las poetas católicas uruguayas frente a la crítica. (30 de octubre de 2020). La Diaria.
17 Para ampliar sobre los aportes de Esther de Cáceres a la cultura nacional, ver Santini de Gallinal, Alicia (colab.) (1995).
18 Silva, Clara. Valoración de Esther de Cáceres (5 de febrero de 1971). Marcha. p. 29.
19 En el artículo “A Jacques Maritain. Homenaje, agradecimiento y disidencia” (1973), Alberto Methol Ferré presenta la trayectoria del filósofo resumiendo sus principales ideas y señalando los diferentes cuestionamientos a los que se enfrentó a lo largo del tiempo. Con respecto a la recepción del pensamiento de Maritain en América Latina, el autor señala que el problema estuvo en adaptar su pensamiento europeo a nuestro continente sin repensar sus ideas ni ajustarlas a la realidad del momento.
20 De Cáceres, Esther. Lección de Jacques Maritain (5 de octubre de 1956). El Ciudadano.
21 Esther de Cáceres construyó una larga relación con Jacques Maritain a través de una nutrida correspondencia que intercambiaron entre 1946 y 1970. De Cáceres le escribió a Maritain ciento dos cartas, postales y tarjetas y recibió sesenta y nueve cartas firmadas por el filósofo o sus secretarios. Toda la correspondencia (originales o copias) se encuentran en el Archivo literario de la Biblioteca Nacional de Uruguay.
22 Carta de Jacques Maritain a Esther de Cáceres. 28 de noviembre de 1965. Colección “Esther de Cáceres”. Archivo literario de la Biblioteca Nacional de Uruguay (BNU). Las cartas enviadas por Jacques Maritain y sus secretarios fueron traducidas del francés al español por Martín Tambasco.
23 Carta de Esther de Cáceres a Jacques Maritain. Montevideo, 15 de febrero de 1966. Colección “Esther de Cáceres”. Archivo literario de la Biblioteca Nacional de Uruguay (BNU).
24 En América Latina, Maritain se relacionó con el grupo fundador de la Organización Demócrata Cristiana de América: Eduardo Frei, Alceu Amoroso Lima, Manuel Vicente Ordóñez y Dardo Regules, y también con personalidades de la cultura como Gabriela Mistral y Victoria Ocampo.
Clara Umpiérrez Nova
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