Itinerantes. Revista de Historia y Religión 22 (jul-dic 2025) 128-147

https://doi.org/10.53439/revitin.2025.2.08





Desconfianza e incomprensión entre los obispos argentinos en la segunda sesión del Concilio Vaticano II - 1963



Distrust and misunderstanding among Argentine bishops during the second session of the Second Vatican Council - 1963




Luis O. Liberti svd

Pontificia Universidad católica argentina


https://orcid.org/0000-0003-1992-5217

luisliberti1@gmail.com




Resumen


El objetivo de este ensayo histórico es exponer ordenadamente el modus operandi de un grupo de obispos argentinos que recurrieron a asesores para reflexionar sobre algunos de los documentos preparatorios del Concilio Vaticano II. Lo realizamos con la reconstrucción documental fragmentada que logramos ubicar a la fecha. Observamos que afrontaron obstáculos entre sus pares en el Episcopado. Estos obispos fueron audaces y estrategas al preparar proposiciones al Concilio y mantener el equilibrio con el resto de los prelados connacionales. También es significativo reconocer la dinámica de encuentros con la activa participación de peritos, a quienes podemos identificar tras un desconocimiento prolongado. Estos asesores pudieron convertirse en el anticipo de la conformación de la futura Comisión Episcopal de Pastoral. El recorrido que proponemos no pretende hacer un análisis acabo de las reflexiones logradas. Nos centraremos en reconstruir formas anticipadas de sinodalidad, con sus oportunidades y desafíos.


Palabras clave: Concilio Vaticano II, estudio, unidad, asesoramiento, conflictos.

Abstract


The objective of this historical essay is to present in an orderly manner the modus operandi of a group of Argentine bishops who turned to advisors to reflect on some of the preparatory documents for the Second Vatican Council. We do so based on the fragmentary documentary evidence we have been able to locate to date. We observe that they faced obstacles among their peers in the Episcopate. These bishops were bold and strategic in preparing proposals for the Council and maintaining a balance with the rest of their fellow Argentine prelates. It is also significant to recognize the dynamic of meetings with the active participation of experts, whom we can identify after a long period of obscurity. These advisors may become the precursors to the formation of the future Episcopal Commission of Pastoral Affairs. The outline we propose is not intended to provide a complete analysis of the insights gained. We will focus on reconstructing early expressions of synodality with their opportunities and challenges.


Keywords: Second Vatican Council, study, unity, counseling, conflicts.




Fecha de envío: 28 de Julio de 2025

Fecha de aceptación: 10 de octubre de 2025




Introducción


La celebración de los sesenta años de la clausura del Concilio Vaticano II es un momento propicio para recuperar y reconstruir lo que ha quedado registrado en algunos archivos1 sobre el colectivo denominado: “Grupo de obispos de Pilar” o “Coetus argentinusGrupo argentino. Al respecto, puede consultarse el análisis de Evangelista Vilanova (2006:398) y la referencia más breve en Di Stefano y Zanatta (2000:475-476). Este grupo se reunía para reflexionar junto a asesores teológicos los documentos preparatorios del Concilio Vaticano II en 19632 y 1964. Entre los esquemas enviados por la Comisión de Coordinación en mayo de 1963 se incluyen textos sobre revelación, Iglesia, episcopado, ecumenismo, vida religiosa, laicado y otros aspectos centrales (Grootaers, 2002:331-470).

El anfitrión y promotor de la iniciativa fue el obispo de San Isidro, mons. Antonio Aguirre, quien actuó con autonomía respecto de lo dispuesto por la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), que también abordó los esquemas conciliares en una asamblea extraordinaria celebrada en agosto de 1963 (ACEA, 1963; Liberti, 2015).3

La sede de los encuentros fue la casa de los Hermanos Maristas en la ciudad de Pilar. La misma en esos años pertenecía a la diócesis indicada.4 Mons. Aguirre invitó a todos los obispos argentinos (Aguirre, 1963c; 1963d)5 y a algunos de Uruguay (Baccino, 1963).6

La ocasión que confirmó al grupo de obispos fue la solicitud del papa Juan XXIII, en su carta Mirabilis ille episcoporum coetus sobre la prosecución de los trabajos del Concilio Vaticano II, fechada el 6 de enero de 1963 (Juan XXIII, 1963:149-159; Hoyos, 1966:247-260).7 En ella, el Papa recordaba: “Es, por tanto, sagrado deber de los obispos actuar con suma diligencia en los trabajos conciliares, por ser su vocación específica la preocupación pastoral” (Juan XXIII, 1963:153).8 De allí que los exhortaba a permanecer espiritualmente unidos en la intersesión y a


responder solícitamente, por escrito, todas las veces que la Comisión presidida por nuestro cardenal secretario de Estado se dirija a ellos por cualquier motivo. La rapidez de los estudios y de las respuestas, por parte de todos y de cada uno, hará que los trabajos del Concilio avancen con prudencia y que la gran empresa, en la que tiene puestos los ojos todo el mundo, alcance la meta deseada” (Juan XXIII, 1963:153).9


Hemos podido reconocer que hubo dos encuentros en 1963 y uno en 1964. La fragmentación de los registros en los archivos indicados sobre el tema hace improbable una definición exhaustiva de la manera en que se reunieron en común los obispos y sus asesores. Por lo tanto, este trabajo es un ensayo histórico abierto, con la confianza de que otros lo podrán enriquecer. Como ha señalado María Victoria Baratta, “la historia es una construcción por definición compleja e incompleta de algo que sucedió hace mucho tiempo, que solo puede reconstruirse parcialmente a partir de rastros múltiples y de una manera crítica” (Baratta, 2024:9).10 Señalamos con Lonergan que el relevamiento, las lecturas y las contextualizaciones logradas no pretenden ser exhaustivas ni acabadas, ya que la “investigación histórica son asuntos de no poca oscuridad” (Lonergan, 2006:169).

Pasaremos a exponer cómo organizaron los encuentros en el año 1963 y las diversas dificultades que afrontaron con otros obispos argentinos. No nos detendremos en las conclusiones a las que arribaron, pues las retomaremos en otro estudio más pormenorizado, junto con las propias del año 1964.

En el recorrido del estudio abordaremos, en un primer momento, algunos datos del coetus argentinus (1); posteriormente, el encuentro de abril de 1963 (2); luego, el de agosto (3); seguirá el comunicado del Secretariado General del Episcopado Argentino, en octubre, durante las sesiones conciliares (4); después, la exposición del obispo Aguirre en la Asamblea de Obispos de diciembre (5) y, finalmente, pasaremos a considerar algunas conclusiones de lo examinado durante este relevamiento, entre ellas, la hipótesis de que los asesores de este grupo de obispos, de alguna manera, predispusieron la conformación de la futura Comisión Episcopal de Pastoral (6).


  1. Algunos datos del “coetus argentinus


De acuerdo con Jorge Mejía, el mismo grupo se había reunido regularmente en Roma, durante la primera sesión del Concilio Vaticano II. Mejía nombraba a los obispos Antonio Aguirre, de San Isidro; Jorge Kemerer, de Posadas; Alberto Devoto, de Goya; Antonio Quarracino, de Nueve de Julio; Vicente Zazpe, de Rafaela; Miguel Raspanti, de Morón; Moisés J. Blanchoud, de Río Cuarto y Manuel Tato, de Santiago del Estero y otros obispos sin más especificaciones, por el motivo de estudio y examen de los temas conciliares (Mejía, 1963:342; Mejía, 2009:57). En respuesta a un obispo uruguayo, el obispo Aguirre corroboró aquellos encuentros en la ciudad eterna: “Se me ocurre también que si algún otro Padre uruguayo le quisiera acompañar podría ampliarse este fraternal encuentro de Obispos amigos. Pienso en Monseñor Marcelo Mendiharat [coadjutor de Salto], por ejemplo, que nos acompañaba en el “Globe”, o algún otro si a V. E. le parece conveniente” (Aguirre, 1963b).11

En los antecedentes de las reuniones de 1963, también es conveniente considerar una carta del obispo Aguirre al obispo de Santiago del Estero, Manuel Tato, en la que expresaba: “Devoto [obispo de Goya] ha estado estos días por aquí y hemos plasmado una reunión del «coetus» para tratar problemas relacionados con nuestra participación en el Concilio, a fin de estar al día y cumplir con lo que el Papa nos pidió en la carta del 6 de enero”. Y añadió, en tono fraterno: “No nos resignaríamos a no contar con Ud. y esta carta mía tiene el carácter de formal invitación. No me conteste que no, aunque me ponga santiagueñas condiciones” (Aguirre, 1963a).12

La respuesta del obispo Tato, junto al agradecimiento por la invitación indicaba que le parecía oportuna la iniciativa: “aunque el Venerable Episcopado esté ocupado”. De este modo, hacía referencia indirecta a la escasa preocupación por las reflexiones conciliares de Caggiano y otros arzobispos. Y añadió algunas consecuencias que, más adelante, se cumplieron, “Por supuesto que tu actitud, que considero valiente, va a merecer críticas y condenaciones”. Sin embargo, ante la indiferencia del Venerable Episcopado, indicó: “Pero es tiempo de asumir responsabilidades. Creo conveniente invitar a muchos más. Será una reunión informal sin protocolo y con libertad para hablar y aprender. [...] Creo que conviene no hacer misterio y extender la invitación a los Obispos que quieran y sean del proletariado”. Terminó la respuesta reiterando, “por supuesto debes estar preparado para aguantar el chubasco; pero te ayudaremos en alguna forma” (Tato, s.f.).13

Asentimos que Aguirre pensaba invitar a algunos obispos con quienes mantenía mayor afinidad,14 aunque luego adoptó una postura más abierta, como le sugirió el obispo Tato. La apertura lo llevó no solo a invitar a todos los obispos argentinos, sino también a otros conocidos de Uruguay, como anteriormente señalamos. En una constancia manuscrita “Reunión Coetus(Aguirre, s.f.)15 se indicaron los nombres de dos obispos de Uruguay: Luis Baccino de la diócesis San José de Mayo y Roberto Cáceres, de la de Melo. Y en el mismo texto figuraban algunos obispos argentinos cuya participación fue indicada como “condicionados”: Enrique Rau, de Resistencia; Jaime de Nevares, de Neuquén; Ernesto Segura, Auxiliar de Buenos Aires y Jerónimo Podestá, de Avellaneda.

Con estos acotados antecedentes pasaremos a considerar el encuentro inicial del año indicado.


  1. Encuentro de obispos y peritos de abril de 1963


La primera reunión de la que se tiene registros, se realizó entre el 24 y el 26 de abril de 1963. Por la carta del obispo Aguirre al Secretario General del Episcopado Argentino, el obispo Ernesto Segura, identificamos que participaron en la misma ocho obispos: Kemerer, Devoto, Quarracino, Zazpe, Raspanti, Blanchoud, Tato y el remitente de la misiva (Aguirre, 1963e).16 La misiva indicaba que concurrieron diversos peritos, quienes habían trabajado previamente los temas abordados.

Entre estos últimos identificamos al rector del Seminario de Buenos Aires, mons. Eduardo Pironio, algunos profesores del Seminario, monseñores Carmelo Giaquinta, Rodolfo Nolasco y el pbro. Jorge Mejía; y fueron convocados los presbíteros Alfredo Trusso, párroco de los Santos y Ánimas en la ciudad de Buenos Aires (responsable de la sección de Liturgia de la Conferencia Episcopal Argentina) y Osvaldo Catena de la arquidiócesis de Santa Fe (Aguirre, 1963f).17 Con anticipación al arribo de los nuevos esquemas conciliares,18 en esta reunión se abordaron los siguientes temas, según consta en el temario elaborado por los participantes y en la carta posterior enviada por el obispo Aguirre al secretario general del Episcopado Argentino (ADSI, 1963a; Aguirre, 1963e):19



También disponemos de otros escritos fruto de la reunión de abril de 1963. Nos referimos a las conclusiones elaboradas por los participantes, que circularon en copias mecanografiadas y fueron posteriormente publicadas en francés y en castellano. Las conclusiones abarcaron los siguientes ítems: colegialidad episcopal, las Conferencias Episcopales, el Diaconado, la pobreza de la Iglesia y algunas mociones de orden interno para la segunda sesión del Concilio. (ADSI, 1963c; Informations Catholiques Internationales, 1963:28; Mejía, 1963:580-581).20 También un texto con la fundamentación de las mociones indicadas (ADSI, 1963b).21

Además, una carta fue elevada a la Secretaría de Estado vaticana, presentando a mons. Eduardo Pironio y al pbro. Jorge Mejía para integrarlos en la lista de peritos oficiales del Concilio Vaticano II (Aguirre et al., 1963a).22 Los obispos acordaban que su participación en las Congregaciones Generales favorecería, “el intercambio de argumentos. De la presencia de algunos de sus peritos en las Congregaciones generales, la intervención de los Obispos se vería favorecida” (Aguirre et al., 1963a).También indicaron que los nombramientos propuestos serían un estímulo “para nuestros teólogos, al comprobar que no se los considera en situación de inferioridad respecto de sus colegas europeos o norteamericanos” (Aguirre et al., 1963a). Finalmente, señalaron el aporte de estos teólogos “a ciertos problemas que tocan más específicamente a esa zona del mundo: el subdesarrollo, la pobreza, las cuestiones sociales, la adaptación litúrgica, la distribución y reclutamiento del clero, los Seminarios, etc.” (Aguirre et al., 1963a).

Las conclusiones, las mociones y la carta a la Secretaría de Estado fueron firmadas por los obispos antes nombrados: Manuel Tato, Vicente Zazpe, Miguel Raspanti, Alberto Devoto, Jorge Kemerer, Moisés Blanchoud, Antonio Aguirre y Antonio Quarracino (Aguirre, 1963e).23 Constatamos su participación homogénea durante el lapso cronológico que analizamos.

Antes de proseguir con aspectos vinculados al segundo encuentro, datado en agosto de 1963, observamos que el obispo Aguirre (en nombre del “coetus”) dirigió una comunicación a todos los obispos argentinos. En ella, detallaba sumariamente los participantes y los temas que “nosotros, en base a trabajos que habíamos pedido previamente a un grupo de profesores y teólogos” (Aguirre, 1963d).24 También adjuntó las conclusiones. Obtuvo una cantidad significativa de respuestas por parte de obispos de distintas diócesis argentinas y uruguayas, así como de autoridades diocesanas que acusaron recibo y valoraron la iniciativa (ADSI, 1963d).25


  1. El encuentro de agosto de 1963


En preparación a la reunión de agosto de 1963, reconocemos que hubo un encuentro preparatorio entre obispos (sin identificación precisa) y peritos, desarrollado entre el 10 y el 11 de junio de 1963. Un documento consigna que fue en la calle Arroyo 909, sin indicar la ciudad (ADSI, 1963f).26 Los temas desplegados fueron:



Recordamos que en agosto de 1963 tuvo lugar una 7ª Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino, entre el 6 y el 10 de agosto de 1963 con el objeto de realizar un estudio en común de los esquemas conciliares a considerarse en la segunda parte del Concilio Ecuménico Vaticano II.28

Además de este encuentro episcopal nacional, según consigna un memorándum (Aguirre, 1963f),29 el obispo Aguirre había entregado a los peritos (Laguna, s.f.)30 mencionados los esquemas conciliares “para que prepararan un estudio destinado a ser considerado en otra reunión”31 (Aguirre, 1963f), efectuada en agosto de 1963 ―de la que no se dispone la datación y el lugar precisos― (Aguirre, 1963f).32 En este encuentro, “por dificultades imprevistas, no pudo contar con la presencia de los Obispos de Morón y Río Cuarto” (Aguirre, 1963f).33 Por lo cual, participaron los obispos Antonio Aguirre, Manuel Tato, Vicente Zazpe, Alberto Devoto, Jorge Kemerer y Antonio Quarracino.

En dicha reunión, elaboraron un informe (ADSI, s/f.g)34 referido a los esquemas conciliares sobre la Iglesia, la Divina Revelación, la Virgen María, las Iglesias Orientales, el Ecumenismo, el Cuidado de las almas, los Obispos y el gobierno de las diócesis, los Clérigos, los Estados de perfección (vida religiosa o similares), el Apostolado de los laicos, la Formación en los Seminarios y las Escuelas católicas.

En el memorándum que seguidamente abordaremos, se indicó que las conclusiones logradas en el encuentro de agosto “fueron mimeografiadas y bajo la responsabilidad de los obispos concurrentes, se repartieron también, tratando de hacerlo con la discreción correspondiente” (Aguirre, 1963f).35

El mismo día que concluyó el encuentro, emitieron una carta dirigida al Secretario General del Concilio Vaticano II. En ella informaron de la reunión y adjuntaron las conclusiones y las mociones antes indicadas. Además, en orden a uno de los temas que nos interesa destacar, los obispos reunidos en Pilar, “enumeramos a continuación los nombres de los peritos de cuya competencia nos hemos ayudado” (Aguirre et al., 1963a).36: Pironio, Nolasco, Giaquinta, Mejía y Trusso.

En orden a este tópico, constatamos un registro manuscrito en el cual figuran los nombres de los obispos firmantes de la carta anterior y, además, se anotaron los de Podestá, Ponce de León y Marengo. En esta nota, se consignan las contribuciones económicas de cada uno de los indicados “para [el] envío de un perito a Roma. Nolasco, Mejía, Pironio, Trusso” (Aguirre, s/f).37 Por lo que podemos observar, este grupo de obispos apreciaba los beneficios de contar con asesores locales.


  1. En pleno Concilio: un comunicado del Episcopado argentino y un memorándum del Coetus argentinus

Otro acceso sobre las gestiones efectuadas por este grupo de obispos durante el año 1963 lo brinda el memorándum antes indicado, “que tiene el carácter de información confidencial y reservada” para los Obispos argentinos, confeccionado y datado en Roma el 29 de octubre de 1963. (Aguirre, 1963f)38 Fue firmado por los obispos Manuel Tato, Vicente Zazpe, Alberto Devoto, Jorge Kemerer, Antonio Aguirre y Antonio Quarracino. Por este memorándum redactado en Roma, durante las sesiones del segundo período conciliar, los obispos indicados se vieron “afectados, junto con otros Obispos por el comunicado del Secretariado General del Episcopado Argentino, que se ha publicado en “L’Osservatore Romano, del 26 del cte. en el Informativo n° 8 de la Conferencia Episcopal Argentina”. ¿De qué se trataba? Observamos que el Venerable Episcopado tuvo la reacción que el obispo Tato le había anticipado al obispo Aguirre a principios de ese año.

El comunicado en italiano en el L’Obsservatore Romano, a disposición de todos los Padres conciliares (entre muchos otros) decía:


En relación con las solicitudes de aclaración derivadas de publicaciones recientes, el Secretariado General del Episcopado Argentino, por encargo de su Comisión Permanente, informa que: 1. La Conferencia Episcopal Argentina, como tal, no tiene peritos propios en orden al Concilio; 2. La Conferencia no ha autorizado, ni autoriza la publicación de documentos que se dicen compilados por los peritos de un grupo de Obispos Argentinos; 3. La Conferencia no admite que se hable de un grupo de Obispos Argentinos sin dar sus nombres completos. Roma 24 de octubre de 1963. + Ernesto Segura, Secretario General del Episcopado Argentino (Aguirre, 1963g).39

Antes de proseguir con otros tópicos del memorándum conviene detenernos en lo abordado por la CEA sobre los peritos. Las actas de la Asamblea Plenaria de agosto de 1963 son ilustrativas de la posición adoptada por el Episcopado argentino al respecto:

Propuso entonces, Mons. Aguirre, que para facilitar este estudio [los esquemas del concilio], contara el Episcopado Argentino, con un grupo de sacerdotes de reconocida capacidad, que actuaran oficialmente como “peritos”, siendo apoyado en este sentido por Mons. Tato, quien entendió interpretar el deseo de algunos Señores Obispos que por estar alejados de la Capital no cuentan con teólogos especializados a los cuales consultar. También pidió Mons. Tato que el asunto se propusiera a votación. El Emmo. Señor Presidente [cardenal Antonio Caggiano] insistió en lo oportunamente manifestado, a saber, que cada Padre tenía plena libertad y derecho a elegir a sus consultores, pero que no consideraba oportuno que en las actuales circunstancias del Episcopado como tal los eligiera; añadió que por razones personales no deseaba presidir esta votación, pero dando libertad a la Asamblea para que la efectuara bajo la presidencia de Mons. Fasolino. Hubo todavía un cambio de ideas en el que algunos Obispos, entre ellos Mons. Vicentín, manifestaron las dificultades prácticamente insalvables para disponer en el breve tiempo disponible a la elección y utilización de los referidos ‘peritos’ y recordando el Emmo. Señor Presidente que en Roma hay peritos oficiales a disposición de los Padres del Concilio. A esta altura del debate y siendo ya las 12 horas se levantó la sesión (CEA, 1963).40


En el texto transcripto, observamos una indefinición del tema propuesto por Aguirre y secundado por Tato.

Ahondando en el origen del comunicado del Episcopado Argentino, podríamos reconocerlo en una observación escrita a nombre de “Varios Obispos de Argentina”, al esquema de la Iglesia, presentada entre el primer y el segundo período del Concilio (1962-1963). En esta moción desarrollaron cuatro temas: colegialidad episcopal, renovación del diaconado, laicado y pobreza. (Acta Synodalia, 1971:797-799; Liberti, 2017:101-105).41

Proseguimos con la reflexión del memorándum. Los obispos, al redactarlo, indicaron que el comunicado exponía al público


la sensación de un quiebre en la unidad de dicho Episcopado, cuando en realidad a lo más, podría tratarse de divergencias en puntos opinables, que no debieran dañar la unión en la caridad, sino poner en evidencia la libertad en la multiplicidad de opiniones que dentro de la indefectibilidad de Fe, va construyendo la Iglesia de Dios (Aguirre, 1963f).42

El memorándum, sin emitir juicios sobre el texto publicado en Roma, facilita la reconstrucción de una secuencia del modo de proceder de este grupo de Obispos, motivados por reflexionar con la colaboración de peritos, los documentos de trabajo del concilio.

Entre otros considerandos, indicó que “los resultados y las resoluciones tomadas por los Obispos” en la reunión de abril de 1963 fueron ofrecidos a todos los obispos argentinos y que una inmensa mayoría de estos aceptaron el envío respectivo. No se podía alegar desconocimiento. Lo hemos señalado anteriormente. Aún más, también “las resoluciones fueron elevadas a las Comisiones Conciliares por medio de la Secretaría General del Concilio” (Aguirre, 1963e).43 Por su parte el obispo Aguirre también las había compartido con algunos Presidentes de Conferencias Episcopales y otros arzobispos (ADSI, 1963e).44 El objetivo de esta intercomunicación era acorde “al deseo de realizar el intercambio de estudios que había aconsejado S. S. Juan XXIII”. Y, además, en el texto se reveló la respuesta que había recibido del cardenal Juan B. Montini, arzobispo de Milán, fechada el 5 de junio de 1963, unos días antes de ser elegido Papa, este “agradecía el envío, felicitaba y aplaudía el estudio realizado” (Aguirre, 1963f).45

El memorándum nos nutre de otras informaciones valiosas. Señaló que el 21 de agosto de 1963, los obispos Aguirre y Kemerer visitaron al cardenal Antonio Caggiano, presidente del Episcopado argentino


para pedirle (en nombre de los Obispos de Sgo. del Estero, Posadas, Río Cuarto, Goya, Rafaela, Nueve de Julio, Avellaneda [Jerónimo Podestá], Capitular de Salta [Carlos Horacio Ponce de León] y San Isidro que habían constituido un fondo común para los gastos de viajes), su autorización, como Prelado propio, a fin de que pudieran salir para Roma en calidad de peritos de ese grupo [de obispos] los sacerdotes Rodolfo Nolasco, Jorge Mejía y Alfredo Trusso (Aguirre, 1963f).46

Según consta en el texto que venimos analizando, el cardenal Caggiano autorizó la participación de los dos últimos. Prosiguió el memorándum dedicando alguna información sobre la labor de los peritos en septiembre de 1963. Reconocieron que Mejía “y sobre todo Trusso” no solo habían redactado estudios sobre los temas encomendados, sino que estuvieron “realizando contactos e informando sobre una cantidad de asuntos, que los Obispos no podrían conocer sin su aporte”. Estos les agradecieron y declararon “que asumen la responsabilidad de las tareas que vienen cumpliendo. Sin negar que, en tales trabajos, puede haber lugar a mejoras, retoques, y aún podas, si fuera menester” (Aguirre, 1963f).47

Además, se indicó que el 26 de octubre de 1963, los obispos Aguirre, Kemerer y Devoto se habían reunido con el cardenal Caggiano para “manifestarle que lamentaban profundamente la publicación, realizada sin haber conversado antes con los interesados, y su extrañeza de que en la misma se hable de una resolución de la Conferencia Episcopal [sobre los peritos], que en realidad nunca ha sido tomada”. Concluyeron expresando que todo esto «se comunica, con dolor, pero sin rencores, con el solo deseo de servir a la Iglesia «in Charitate Domini»” (Aguirre, 1963f).48

Sin embargo, la situación no estaba agotada. En diciembre del mismo año, al filo de concluir la segunda sesión conciliar, el obispo Aguirre volvió a retomar, con mayor ahínco, los efectos del Comunicado de octubre próximo pasado. En la exposición, podemos deducir el espíritu de unidad y comunión episcopal, aunque diferenciándose de la uniformidad.


  1. Creo que hay entre los obispos argentinos una situación incómoda” (Aguirre, 1963h)49


El obispo Aguirre dejó traslucir su responsabilidad episcopal mediante una exposición escrita inédita a la fecha durante la Asamblea Extraordinaria del Episcopado Argentino celebrada en Roma el 3 de diciembre de 1963. La redactó “a fin de no excederme en las expresiones y facilitar que consta exactamente en el acta”. Prosiguió haciendo una constatación: “hay entre los Obispos argentinos una situación incómoda, de desconfianza y de incomprensión”. Según indicó había hablado al respecto con otros pares y aunque se reconocía el malestar, “luego no se lo afronte cuando estamos reunidos”. Por su parte siendo consciente de las responsabilidades que aguardaban a las Conferencias Episcopales a partir del Concilio que se celebraba y ante “el gran número de Obispos que ha llegado a tener la República, hacen que me sienta obligado a decir esto”.

Luego de este preámbulo, el primer tema que abordó fue el de los peritos, reconociendo, que entre los obispos argentinos “nunca se consiguió someter al juicio de la Asamblea una decisión sobre su nombramiento, como varios Obispos pidieron sin hacer cuestión acerca de los nombres de los peritos que podrían designarse”. Al respecto él junto a un grupo de obispos que recurrieron a ellos, “ha obrado siempre a cara descubierta. Nada se hizo en secreto, ni tampoco intrigando contra otros”. Por ello reconoció que la publicación del Secretariado General hizo “tanto mal aquí y sobre todo en nuestro país”. Además, constataba que la convocatoria que él había efectuado para reunirse en abril, “independiente de la Conferencia” resultó del desagrado para “algunos miembros del Episcopado, porque lo veían como una quiebra de la unidad”.

A continuación, retrotrayéndose a la experiencia vivida en las sesiones conciliares, diferenció la unidad de la uniformidad. A la última la ubicaba en lo referente “a la acción, a los métodos y hasta los criterios”. Mientras que la unidad para Aguirre “se refiere a la Caridad, que es lo más une y que debe ser el primer vínculo de unidad y por tanto de unidad entre los obispos”. Con este fundamento, exhortó a no caer en una auto referencialidad episcopal, “sino a Cristo Señor, nuestra Cabeza”. Y, de ese modo, invitó a “sentir gozo de que Cristo triunfe en cualquier cosa u obra que se haga en su Nombre, me guste o no guste a mí, se adecúe a mis métodos o no, esté o no en mi propia línea”.

Luego, expuso que, durante la entrevista que mantuvo junto a los obispos Kemerer y Devoto con el cardenal Caggiano el 26 de octubre, este último había asumido “personalmente la responsabilidad de la declaración publicada”. La había realizado “a pedido de los Señores Arzobispos y respondiendo a una inquietud expresada en la Secretaría de Estado sobre quienes formaban ese grupo de Obispos”. Prosiguiendo con los pasos que vamos reconociendo, una vez más recordó que a los interesados no solo no se les preguntó nunca nada, sino que “tampoco se envió a los miembros de la Conferencia la copia del acta de la reunión de la Comisión Permanente” de acuerdo a los estatutos del Episcopado. En cambio, los obispos afectados enviaron un memorándum que anteriormente hemos analizado. Y sobre el cual agregó: “De mi parte debo decir que, con amable excepción de dos, ninguno de mis Hermanos me ha dicho una sola palabra, o de simpatía, o de compasión, o de afectuoso reproche, o de fraterna corrección”. A lo cual concluyó, con dejo de incertidumbre: “¿es esto [lo] que pide la Caridad?”.

A continuación, presentó cuatro interrogantes a la Asamblea. El primero planteó si una reunión de la Comisión Permanente no sustituía a la Conferencia Plenaria “y sobre todo si puede hacerlo estando reunidos en Concilio y hallándose aquí [en Roma] la totalidad de los obispos”. El segundo fue más incisivo señalando, “¿conviene al bien de la Iglesia que el grupo de los Señores Arzobispos, que son respetabilísimos y muy dignos de toda consideración, sean los que marquen el paso que se ha de llevar en los otros casi cuarenta Obispos argentinos?”. El tercero cuestionaba la conveniencia que el Secretario General del Episcopado fuera un Obispo Auxiliar del Presidente del Episcopado, dado que “en tal calidad tiene que adaptar en general su actuación a la mente de su propio Obispo”. El cuarto planteaba la necesidad de “pensar y proyectar una modificación de los Estatutos de la Conferencia, para adaptarlos a las nuevas orientaciones y exigencias que el Concilio abre a la Iglesia”. Antes de aprobarse la Constitución Lumen Gentium, el obispo Aguirre adelantaba algunos cambios que demandaba el Concilio Vaticano II para la colegialidad entre los obispos.

En el párrafo final de la exposición, indicó que había hablado “en nombre propio solamente. Con grande amor a Jesucristo Nuestro Señor y a su Santa Iglesia”, haciendo además una mención de “respetuosa veneración” al cardenal Caggiano y “con sincero afecto de caridad a todos y a cada uno de los Obispos argentinos”. Y señaló que había expuesto “con la convicción de que es necesario que estemos dispuestos al diálogo. Lo que pregonamos al mundo y a nuestros hermanos separados, debemos empezar por realizarlo los que estamos unidos”.

Sin ánimo de ser exhaustivos, proponemos algunas perspectivas surgidas de lo reflexionado en este ensayo histórico, a partir de la iniciativa del obispo Aguirre de dialogar entre pares, sin demasiado protocolo, sobre tópicos que abría el Concilio Vaticano II en relación con la colegialidad episcopal.






  1. Perspectivas abiertas


Para algunos, una vez iniciadas las sesiones del Concilio Vaticano II, se esperaba que el conjunto de los obispos se convirtiera en una “masa amorfa, que sería saludablemente orientada por la curia, supuestamente en nombre [del] papa” (Raguer, 2002:185), pero esto no aconteció. La intercomunicación de los obispos entre sí contribuyó a un cambio sin precedentes y se convirtió en constituyente de muchos otros procesos que se habían iniciado en la Iglesia, particularmente en el episcopado (Raguer, 2002:185).

Algo similar emergió dentro del colegio episcopal argentino, con la iniciativa del obispo de San Isidro, Antonio Aguirre, al convocar a sus pares y al dejarse iluminar por asesores que conocían mejor que los mismos obispos los temas y documentos conciliares que se gestaban. También es de destacar las invitaciones que abrían el diálogo con obispos del Uruguay. Estos, y algunos de Paraguay, participaron en la reunión de 1964.

Sin ser exhaustivos, este grupo de obispos en 1963, abordó diversos ítems: la colegialidad episcopal, las Conferencias episcopales, la restauración del Diaconado permanente, la promoción del laicado, la pobreza de la Iglesia, el ecumenismo, la libertad religiosa y la integración de la vida religiosa en la pastoral diocesana. Junto a esos temas, también efectuaron análisis pormenorizados de los esquemas conciliares sobre la Divina Revelación, la Iglesia, la Virgen María, el Ecumenismo, las Iglesias Orientales, los Obispos y el gobierno de la diócesis, el cuidado de las almas, los Clérigos, la Formación en los Seminarios, los Estados de perfección cristiana y las Escuelas católicas.

Este colectivo de obispos (nombrados entre 1957 y 1961) se atrevió a crear un espacio autónomo, sin romper con la comunión episcopal, aunque tuvo que enfrentar la férrea conducción del cardenal Antonio Caggiano, quien ejercía la presidencia de la Conferencia Episcopal Argentina (Di Stefano & Zanatta, 2000:476).50 Así, el comunicado del Secretariado General del Episcopado Argentino, publicado sin previo diálogo el 24 de octubre de 1963 en Roma, que desconocía a los peritos por carencia de un nombramiento explícito de la Conferencia y solicitaba la identificación personal del grupo de obispos argentinos que recurrían a ellos, fue un acto autoritario del cardenal Caggiano. Una actitud poco edificante entre obispos de una misma conferencia.

Ante el pretendido descrédito, sin embargo, dialogaron y buscaron tender puentes. Además, los obispos integrantes de este colectivo fueron los que cuantitativa y calificativamente más mociones presentaron en el aula conciliar, en los cuatro períodos y sus intercesiones respectivas (Liberti, 2017:36-37).51 Promovieron la emergencia de la sinodalidad hace más de sesenta años atrás. La misma se configura por relaciones espirituales; por ejemplo, el obispo Aguirre ahondó en la caridad, pero esta virtud también se encarna en las personas y en las circunstancias. La sinodalidad, como relacionalidad, está tejida entre lo espiritual y lo social. No es ausencia de conflictos, sino presencia de actitudes y aptitudes espirituales y sociales para enfrentarlos.

La insistencia del obispo Aguirre en la necesidad de activar en diálogo caritativo y no solo instrumental entre los obispos, fue dando algunos frutos en la Conferencia Episcopal Argentina. Así, en la Asamblea Plenaria del Episcopado, en junio de 1965 (CEA, 1965),52 se inició un largo proceso de renovación de los Estatutos que finalmente fueron aprobados en mayo de 1972 (CEA, 1972).53 En el interín de este proceso, en 1967, se reconfiguró la Comisión Permanente, en la que participaron no solo los arzobispos sino otros obispos de las provincias eclesiásticas (CEA, 1967).54 En ese mismo año, la Asamblea Plenaria de obispos eligió un nuevo Secretario General, en la persona de Héctor Marcone, no un obispo, sino un sacerdote (CEA, 1967).55

Con los documentos que hemos ubicado en diversos archivos, pudimos identificar a los peritos que acompañaron a los obispos. Es una novedad que el cardenal Caggiano haya facilitado que los presbíteros Alfredo Trusso y Jorge Mejía actuaran como peritos de oficio del grupo de obispos de Pilar en 1963. El segundo fue oficialmente nombrado Perito conciliar por la Secretaría del Concilio para las sesiones de 1963 (Mejía, 2009).56 Al igual que Eduardo Pironio, aunque no logró concurrir por no tener los medios económicos necesarios (Pironio, 1963).57

También, como corolario, pudimos reconocer que en 1962, Carmelo Giaquinta participó de la apertura del Concilio, gracias a que el obispo Carlos Horacio Ponce de León, auxiliar de Salta, le bonificó una parte del viaje en barco (Giaquinta, 1962a; 1962b).58 En la carta el 13 de julio de 1962, Giaquinta escribió al cardenal Caggiano que le había “expresado su más vivo interés en que pueda realizar dicho viaje, y que en vista de ello estudiará el modo mejor de combinar las cinco o seis solicitudes dirigidas a S. E. en el mismo sentido por profesores de este Seminario [Mayor de Buenos Aires], a fin de que todos vean satisfechas sus legítimas ansias” (Giaquinta, 1962a).59

Constatamos que Trusso y Mejía habían colaborado activamente con los Obispos del grupo de Pilar, y que hubo varios profesores del Seminario Mayor de Buenos Aires interesados en participar in situ de las deliberaciones conciliares. Sin ánimo de ser exhaustivos, podemos advertir que los peritos que asesoraron al Coetus argentinus fueron, de algún modo, la antesala de la conformación de la Comisión Episcopal de Pastoral (COEPAL), implementada por la CEA a partir de 1967, con el objetivo de poner en acción las directrices del Concilio Vaticano II en la Iglesia argentina (Politi, 1992:189).60 La COEPAL se conformó con diversos asesores permanentes (Campana, 2007:274-275).61

La experiencia del Coetus argentinus y la praxis sinodal que promovieron sus integrantes constituyen un antecedente significativo en la historia de la Iglesia argentina. Su modo de proceder basado en el diálogo fraterno, la apertura a los peritos y la búsqueda de comunión sin uniformidad anticipó dinámicas que hoy, décadas más tarde serían reconocidas como pilares de la sinodalidad. Lejos de ser una nota al pie en el proceso conciliar, este grupo de obispos encarnó una forma de liderazgo pastoral que, desde la caridad y la corresponsabilidad, abrió caminos para pensar una Iglesia más participativa, relacional y atenta a los signos de los tiempos.


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1 Hemos indagado en diversos archivos: la Diócesis de San Isidro (ADSI); el de Mons. Miguel Raspanti, obispo de Morón (en la sede del Seminario Mayor San José) (AMR), del Pbro. Alfredo Trusso (en la sede de la Fundación Palabra de Vida) (AAT), en la Conferencia Episcopal Argentina (ACEA) y del Arzobispado de Buenos Aires (AABA).

2 Según Grootaers los esquemas fueron los siguientes: “De divina revelatione” (sobre la Divina revelación); “De Ecclesia” (Pars I y II) (sobre la Iglesia Primera y Segunda Parte); “De Beata Maria Virgine, Mater Ecclesiae” (sobre la Beata Virgen María, Madre de la Iglesia); “De episcopis ac de diocesium regimine” (sobre los obispos y el gobierno de las diócesis); “De oecumenismo” (sobre el Ecumenismo); “De clericis” (sobre los clérigos o sacerdotes); “De statibus perfectionis acquirendae” (Sobre los estados de perfección o la vida religiosa); “De apostolatu laicorum” (sobre el apostolado de los laicos); “De ecclesiis orientalibus” (sobre la Iglesias orientales); “De cura animarum” (sobre el cuidado de las almas); “De sacrorum alumnis formatione” (sobre la formación en los Seminarios) “De scholis catholicis” (sobre las escuelas católicas) y “De matrimonii sacramento” (sobre el sacramento matrimonial. cf. Jan Grootaers, “El Concilio se decide en el intervalo. La ‘segunda preparación’ y sus adversarios”, en Giuseppe Alberigo (dir.), Historia del Concilio Vaticano II, Volumen II, Salamanca: Peeters-Sígueme, 2002, pp. 331-470.

3 La 7a Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) se reunió de modo extraordinario entre el 6 y el 10 de agosto de 1963 «con el objeto de realizar un estudio en común de los esquemas que serán considerados en la segunda parte del Concilio Ecuménico Vaticano II», ACEA, Actas de la 7a Asamblea Plenaria de la CEA, agosto de 1963, Acta N° 1 del 6 de agosto de 1963, 1a sesión, los obispos presentes fueron: Cardenal A. Caggiano, Monseñores H. Mozzoni (Nuncio Apostólico), N. Fasolino, A. Rodríguez y Olmos, A. Plaza, G. Esorto, J. C. Aramburu, R. Castellano, F. Vicentín, A. Buteler, A. Tortolo, M. Tato; M. Marengo, E. Rau, F. Vénnera, C. Cafferata, M. Menéndez, G. Bolatti, M. Raspanti, M. Pérez, J. Kemerer, J. Chalup, J. Mayer, A. Aguirre, F. Scozzina, J. Marozzi, R. Primatesta, J. Iriarte, A. Schell, P. Lira, V. Bonamín, M. Blanchoud, B. Rodríguez, J. de Nevares, J. Gottau, M. Magliano, A. Devoto, F. Mugüerza, R. Rosch, A. Rossi, A. Quarracino, I. Sansierra, E. Segura, J. C. Carreras, A. Cárdenas, H. Ponce de León, P. Torres Farías y L. Tomé. Se transcriben los obispos presentes como figuran en el acta correspondiente. Cf. Luis O. Liberti, Los obispos argentinos en el Concilio Vaticano II, Buenos Aires: Ágape-Guadalupe, 2015. Cf. Actas de la 7ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), agosto de 1963, Acta N.º 1 del 6 de agosto de 1963, 1.ª sesión. Archivo de la Conferencia Episcopal Argentina (ACEA).

4 De allí la denominación que tuvo este grupo.

5 Cf. Carta del obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, a los obispos argentinos, San Isidro, 5 de abril de 1963c. Carpeta 1, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI). Al pie de la copia consta en manuscrito: “Marengo, Blanchoud, Zazpe, Quarracino, Angelelli y Kemerer”. Carta del obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, al arzobispo de Buenos Aires, cardenal Antonio Caggiano, San Isidro, 30 de abril de 1963d. Carpeta 1, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI). Al pie de la copia agregó en manuscrito: “En términos semejantes escribí a todos los obispos argentinos”. Mons. Antonio M. Aguirre, Exposición de Mons. Antonio M. Aguirre a la Asamblea Extraordinaria del Episcopado Argentino, Roma, 2 de diciembre de 1963h”. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

6 “No sabe cuánta alegría me proporcionó su amable carta del 26 del mes ppdo., que acabo de recibir. Sus deseos coinciden precisamente con los míos. Estamos en estado de Concilio y el diálogo entre los Padres me parece no sólo conveniente, sino necesario”. Carta en respuesta del obispo de San José de Mayo, Mons. Luis Baccino, al obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, San José, 4 de marzo de 1963. Carpeta 1, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

7 Carta apostólica Mirabilis ille episcoporum coetus del papa Juan XXIII, sobre la prosecución de los trabajos del Concilio Vaticano II, 6 de enero de 1963. Acta Apostolicae Sedis, 55 (1963), pp. 149-159. Cf. traducción en Federico Hoyos, Colección completa de documentos conciliares, Vol. I, Buenos Aires: Guadalupe, 1966, pp. 247-260.

8 Carta apostólica Mirabilis ille episcoporum coetus del papa Juan XXIII, sobre la prosecución de los trabajos del Concilio Vaticano II, 6 de enero de 1963. Acta Apostolicae Sedis, 55 (1963), pp. 153.

9 Ibíd.

10 María Victoria Baratta, “Ideas”. La Nación, sábado 19 de octubre de 2024, p. 9.

11 Carta del obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, al obispo de San José de Mayo (Uruguay), Mons. Luis Baccino, San Isidro, 10 de marzo de 1963b. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

12 Carta del obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, al obispo de Santiago del Estero, Mons. Manuel Tato, San Isidro, 26 de febrero de 1963a. Carpeta 1, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

13 Cf. Carta del obispo de Santiago del Estero, Mons. Manuel Tato, al obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, sin lugar ni fecha, con membrete “El Obispo de Santiago del Estero”. Carpeta 1, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

14 “Pensamos invitar a Mons. Kemerer, Raspanti, Quarracino, Zazpe, Blanchoud, Marengo, Angelelli y tal vez algún otro que esté dispuesto”. Carta del obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, al obispo de Santiago del Estero, Mons. Manuel Tato, San Isidro, 26 de febrero de 1963. Carpeta 1, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

15 Cf. Manuscrito “Reunión Coetus”. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

16 Cf. Carta del obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, al secretario general del Episcopado Argentino, obispo Ernesto Segura, San Isidro, 30 de abril de 1963e. En: Archivo de la Conferencia Episcopal Argentina (ACEA), Fondo 59, Diócesis de San Isidro 1957-1973. La carta informa sobre el encuentro realizado del 24 al 26 de abril de 1963. Consta una respuesta del obispo Segura al obispo Aguirre, Buenos Aires, 9 de mayo de 1963.

17 La enumeración de los peritos difiere según Mons. Antonio M. Aguirre, Memorándum, Roma, 29 de octubre de 1963f. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

18 Los esquemas conciliares fueron los documentos de trabajo sobre los cuales los Padres conciliares expresan sus opiniones (en Exposiciones orales u Observaciones escritas) en las sesiones de las reuniones plenarias (llamadas Congregaciones Generales) y en las reuniones de las diversas Comisiones conciliares. Fueron “los borradores” de los cuales se redactaron los 16 documentos que finalmente se aprobaron y promulgaron durante el Concilio Vaticano II.

19 Cf. “Encuentro de obispos y peritos ‘Villa Marista’, abril 24, 25, 26 de 1963a. Temario”. Carpeta 1, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI). Copia de este documento se encuentra en el Archivo Mons. Raspanti (AMR). Carta del obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, al secretario general del Episcopado Argentino, obispo Ernesto Segura, San Isidro, 30 de abril de 1963e. En: Archivo de la Conferencia Episcopal Argentina (ACEA), Caja 59, Diócesis de San Isidro 1957-1973.

20 Cf. “2.º Concilio Vaticano. Conclusiones del encuentro de obispos y peritos ‘Villa Marista’, abril 24, 25 y 26 de 1963c”. Tres folios, tamaño oficio. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI). Otra copia del mismo se encuentra en el Archivo Mons. Raspanti (AMR). Cf. “Après une réunion d’évêques et d’experts à Buenos Aires: Væux pour le concile”, Informations Catholiques Internationales, n.º 196 (1963), p. 28; Jorge Mejía, “Una reunión de obispos y de peritos argentinos”, Criterio, n.º 1434 (1963), pp. 580-581.

21 Cf. “Encuentro de Obispos y Peritos. (Villa Marista, abril 24, 25 y 26 de 1963). Mociones”. Dos folios, tamaño oficio. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI). Dos folias, tamaño oficio.

22 Cf. Carta del obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre et al. al Sr. Cardenal Amleto Cicognani, Secretario de Estado, sin fecha ni lugar indicados. Dos folios, tamaño oficio. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

23 Los firmantes coinciden con los indicados anteriormente. Carta del obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, al secretario general del Episcopado Argentino, obispo Ernesto Segura, San Isidro, 30 de abril de 1963e. En: Archivo de la Conferencia Episcopal Argentina (ACEA), Caja 59, Diócesis de San Isidro 1957-1973.

24 Cf. Carta del obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, al arzobispo de Buenos Aires, cardenal Antonio Caggiano, San Isidro, 30 de abril de 1963d. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI). Al pie de la copia se agregó en manuscrito: “En términos semejantes escribí a todos los obispos argentinos”.

25 Cartas dirigidas al obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, por los obispos: Cafferata (San Luis, 10 de mayo de 1963), Podestá (Avellaneda, 15 de mayo de 1963), Pérez (Comodoro Rivadavia, 11 de mayo de 1963), Esorto (Bahía Blanca, 13 de mayo de 1963), Iriarte (Reconquista, 9 de mayo de 1963), Rodríguez y Olmos (San Juan, 12 de mayo de 1963), Castellano (Córdoba, 13 de mayo de 1963), Príncipe (Auxiliar de Santa Fe, s.f.), Herrera (Coadjutor de Jujuy, 13 de mayo de 1963), Deane (Villa María, 8 de mayo de 1963), Plaza (La Plata, 9 de mayo de 1963), Segura (Secretario General del Episcopado, 9 de mayo de 1963), Roch (Concordia, 8 de mayo de 1963), Sansierra (Auxiliar de San Juan, 9 de mayo de 1963), Fasolino (Santa Fe, 8 de mayo de 1963), De Nevares (Neuquén, 10 de mayo de 1963), Tato (Santiago del Estero, 9 de mayo de 1963), Vénnera (San Nicolás, 16 de mayo de 1963), Vicentín (Corrientes, 13 de mayo de 1963), Angelelli (Auxiliar de Córdoba, 16 de mayo de 1963), Tortolo (Paraná, 10 de mayo de 1963), Marozzi (Resistencia, 17 de mayo de 1963), Mühn (Jujuy, 13 de mayo de 1963), Villena (Auxiliar de Buenos Aires, 20 de mayo de 1963), Schell (Lomas de Zamora, 21 de mayo de 1963), Primatesta (San Rafael, 13 de mayo de 1963), Bonamín (Pro Vicario Castrense, 17 de mayo de 1963), Cáceres (Melo, Uruguay, 27 de mayo de 1963), Baccino (San José de Mayo, Uruguay, 29 de mayo de 1963), del secretario canciller Casado (Salta, 15 de mayo de 1963), del vicario general (Viedma, 7 de mayo de 1963) y del vicario general a cargo de la diócesis Denicolay (Mar del Plata, 10 de mayo de 1963). Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

26 Cf. “Encuentro de obispos y peritos ‘Arroyo 909’, junio 10 y 11 de 1963f. Temario”. Un folio, tamaño carta. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI). Una folia, tamaño carta.

27 Cf. Carmelo Giaquinta, “Ecumenismo Católico y Concilio”, Teología, n.º 3 (1963), pp. 195-224. Ejemplar localizado en el Archivo Mons. Raspanti (AMR), con dedicatoria manuscrita del autor: “A Mons. Raspanti”.

28 Cf. cita 3, ut infra.

29 Cf. Mons. Antonio M. Aguirre, Memorándum, Roma, 29 de octubre de 1963f. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI). Dos carillas, tamaño carta.

30 Cf. Presbítero Justo O. Laguna, “Esquema: De Beata Maria Virgine Matre Ecclesiae”. Seis folios, tamaño oficio. Consta la firma del autor. Justo O. Laguna, “Esquema: De Clericis”. Dos folios, tamaño oficio. Consta la firma del autor. Cf. Carpeta 3, Mons. Aguirre, Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

31 Mons. Antonio M. Aguirre, Memorándum, Roma, 29 de octubre de 1963f. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

32 Cf. Ibid.

33 Cf. Ibid.

34 Cf. “Informe sobre los esquemas conciliares preparados por un equipo de peritos argentinos por encargo de varios obispos”. Cuatro folios, tamaño oficio. Carpeta 3, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI). Copias de este documento se encuentran en los Archivos Mons. Miguel Raspanti (AMR) y Pbro. Alfredo Trusso (en la sede de la Fundación Palabra de Vida) (AAT); en base a este último se pudo reconocer la fecha del informe: agosto de 1963.

35 Mons. Antonio M. Aguirre, Memorándum, Roma, 29 de octubre de 1963f. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

36 Cf. Carta de los obispos Antonio M. Aguirre, Moisés Blanchoud, Alberto Devoto, Jorge Kemerer, Antonio Quarracino, Miguel Raspanti, Manuel Tato y Vicente Zazpe al Secretario General del Concilio Vaticano II, Mons. Pericles Felici, San Isidro, 26 de abril de 1963. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

37 Mons. Antonio M. Aguirre, Contribución de obispos para envío de un perito a Roma (manuscrito). Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI). La contribución estimada de cada uno fue sobre una base de $10.000,00 (moneda nacional).

38 Cf. Mons. Antonio M. Aguirre, Memorándum, Roma, 29 de octubre de 1963f. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

39 Archivo de la Conferencia Episcopal Argentina (ACEA), 51 Oficina de Prensa 1954-1978 I 1954-1967, Reg. 2413. El texto fue redactado en italiano; la traducción es nuestra. Cf. “Comunicato del Segretariato dell’Episcopato argentino”, L’Osservatore Romano, n.º 248 (31.420), p. 2, 26 ottobre 1963g. (original en italiano), Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

40 Actas de la 7ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, agosto de 1963, Acta n.º 1 del 6 de agosto de 1963, 1ª sesión, s/f. Por lo que pudimos constatar, el tema no fue retomado en otra sesión de esta Asamblea. Cf. Luis O. Liberti, Los obispos argentinos en el Concilio Vaticano II, Buenos Aires: Ágape-Guadalupe, 2015. pp. 87. 89.

41 Cf. Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani II, Volumen II, Periodus Secunda Pars I Sessio publica II Congregationes Generales XXXVIII–XXXIX (Vaticanus: Typis Polyglottis Vaticanis, 1971), pp. 797-799. Cf. Luis O. Liberti, svd, La participación de los obispos argentinos en los esquemas del Concilio Vaticano II, tomo II, Constituciones conciliares (Buenos Aires: Guadalupe, 2017), pp. 101-105.

42 Cf. Mons. Antonio M. Aguirre, Memorándum, Roma, 29 de octubre de 1963f. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI). El obispo Aguirre escribió: «Los ocho obispos resolvimos redactar algunas sugerencias y mociones que hemos elevado a la Secretaría del Concilio, comunicando además el nombre de los peritos utilizados», Cf. Carta del obispo de San Isidro, Antonio M. Aguirre, al Secretario General del Episcopado Argentino, Mons. Ernesto Segura, San Isidro, 30 de abril de 1963e. Carpeta 59, Diócesis de San Isidro 1957-1973. Archivo de la Conferencia Episcopal Argentina (ACEA).

43 Ibid. Cf. Carta del obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, al Secretario General del Episcopado Argentino, Mons. Ernesto Segura, San Isidro, 30 de abril de 1963e. Carpeta 59, Diócesis de San Isidro 1957–1973. Archivo de la Conferencia Episcopal Argentina (ACEA).

44 Cf. Cartas al obispo de San Isidro, Mons. Antonio M. Aguirre, provenientes del obispo de Nova Friburgo (Brasil), Mons. Clemente José C. Isnard OSB, 16 de julio de 1963; del cardenal arzobispo de París, 25 de junio de 1963; del vicario general del Arzobispado de Köln (Alemania), 22 de junio de 1963; del obispo auxiliar de Lyon (Francia), Mons. Alfred Ancel, 24 de junio de 1963; y del arzobispo de München-Freising (Alemania), cardenal Julius Döpfner, 28 de junio de 1963. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

45 Mons. Antonio M. Aguirre, Memorándum, Roma, 29 de octubre de 1963f. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI).

46 Ibid.

47 Ibid.

48 Ibid.

49 Mons. Antonio M. Aguirre, Exposición de Mons. Antonio M. Aguirre a la Asamblea Extraordinaria del Episcopado Argentino, Roma, 2 de diciembre de 1963h. Carpeta 2, Mons. Aguirre Doc. Conc. Vaticano II. Archivo Documental del Obispado de San Isidro (ADSI). Si no se indica lo contrario, seguiremos este documento como referencia principal.

50 El cardenal Caggiano en vísperas de su partida a Roma en septiembre de 1962 “consideró necesario lanzar a los jóvenes reformadores una dura admonición, orientada a devolver a la Iglesia a la unidad y a la obediencia: «reformas de la Iglesia» afirmó entonces, no; reformas en la Iglesia, sí», Roberto Di Stefano y Loris Zanatta, Historia de la Iglesia Argentina, Buenos Aires: Mondadori, 2000, p. 476.

51 Devoto tuvo 56 intervenciones (orales y escritas); Zazpe 38; Aguire, 37; Quarracino 36; Kemerer 35; Tato 24; Blanchoud 21 y Raspanti 11. Cf. Luis O. Liberti, La participación de los obispos argentinos en los esquemas del Concilio Vaticano II, tomo I, Buenos Aires: Guadalupe, 2017, pp. 36-37.

52 Cf. Actas de la 10ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, Buenos Aires, 21-26 de junio de 1965, Acta del 21 de junio de 1965, 1ª sesión. Archivo de la Conferencia Episcopal Argentina (ACEA).

53 Cf. Actas de la 26ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, Buenos Aires, 21-26 de octubre de 1972, Anexo de las Resoluciones, Anexo A «Estatutos de la Conferencia Episcopal Argentina», pp. 1-13. Archivo de la Conferencia Episcopal Argentina (ACEA).

54 Cf. Actas de la 16ª Comisión Permanente del Episcopado Argentino, reunión del 6 de junio de 1967, Acta de la Constitución y de la Primera Sesión de la Comisión Permanente del Episcopado Argentino. Archivo de la Conferencia Episcopal Argentina (ACEA), Actas 1957-1967.

55 Cf. Actas de la 14ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, Embalse Río Tercero, 30 de mayo-8 de junio de 1967. Archivo de la Conferencia Episcopal Argentina (ACEA).

56 Jorge Mejía, Una presencia en el Concilio. Crónicas y apuntes del Concilio Vaticano II (Buenos Aires: Ágape, 2009).

57 Cf. Carta del rector del Seminario Mayor de Buenos Aires, Mons. Eduardo Pironio, al arzobispo de Buenos Aires, cardenal Antonio Caggiano, 11 de noviembre de 1963, informando que el 5 de noviembre había recibido el nombramiento del papa Pablo VI como experto del Concilio Vaticano II. No viajó por no obtener pasaje gratuito ni del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto ni de Aerolíneas Argentinas. Añadió: «Hubo personas que —con emocionante cariño y sentido de Iglesia— me ofrecieron el dinero; pero pensé que no podía someterlos a tanto sacrificio por dos o tres semanas que podría estar en el Concilio. Además —y este fue el motivo fundamental— creí que no podría dejar el Seminario en este momento de fin de curso y proximidad de Órdenes». Archivo del Arzobispado de Buenos Aires (AABA), Obispos en la Sede – Antonio Caggiano.

58 Cf. Cartas de Carmelo Giaquinta al arzobispo de Buenos Aires, cardenal Antonio Caggiano, 13 de julio de 1962a, y al vicario general de Buenos Aires, Mons. Antonio Rocca, 9 de agosto de 1962b, autorizando la presencia del interesado en el inicio del Concilio Vaticano II. Archivo del Arzobispado de Buenos Aires (AABA), Obispos en la Sede – Antonio Caggiano.

59 Carta de Carmelo Giaquinta al arzobispo de Buenos Aires, cardenal Antonio Caggiano, 13 de julio de 1962a. Archivo del Arzobispado de Buenos Aires (AABA), Obispos en la Sede – Antonio Caggiano.

60 Uno de ellos fue Carmelo Giaquinta, cf. Sebastián Politi, Teología del Pueblo. Una propuesta argentina para América Latina, Buenos Aires: Guadalupe–Castañeda, 1992, p. 189.

61 “Poco a poco, la COEPAL se fue definiendo como un equipo episcopal de ayuda a la conferencia, que tenía como característica, como originalidad, el llevar a cabo las estructuras de comunión y participación, uno de los temas que se venían trazando a través de la temática general de renovación. En la COEPAL, tenían cabida no sólo obispos, sino también sacerdotes, religiosos y religiosas. Y no se trataba sólo de asesoramiento técnico, sino de una participación de decisión pastoral, porque los miembros no episcopales tenían voto. Se trataba de crear una estructura que ya en sí pusiera en práctica la idea de comunión, de participación, de modo que no estuviera el lema, sino elementos que dieran un modelo, un poco, de esa estructura” (Campana, 2007:274-275). Oscar Campana, “San Miguel, una promesa escondida”, en Virginia Azcuy, José Caamaño y Carlos Galli (eds.), Escritos Teológicos-Pastorales de Lucio Gera, tomo II (Buenos Aires: Ágape, 2007), pp. 274-295, esp. pp. 274-275.

Luis O. Liberti svd

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