
134 Filópolis en Cristo N° 4 (2025) 125-138
ISSNL 3008-8844
Germán Masserdotti
Conviene detenerse en algunos de los 10 artículos de S. Th. I, q.
1. Luego de señalar que la sacra doctrina es necesaria debido al n
salvíco de la revelación divina (a. 1), Tomás se pregunta si es ciencia.
Su respuesta es armativa y explica que esto es así teniendo en cuen-
ta que la sacra doctrina es ciencia en la medida en que ella toma los
principios de una ciencia superior: procedit ex principiis notis lumine
superioris scientiae, quae scilicet est scientia Dei et beatorum (a. 2).
Pero además de ser ciencia, la sacra doctrina es argumentativa. El
Aquinate lo explica de la siguiente manera:
Así como las otras ciencias no argumentan para probar sus princi-
pios, sino que, partiendo de tales principios, argumentan para de-
mostrar otras cosas que hay en ellas, de la misma forma la doctrina
sagrada no argumenta para probar sus principios, los artículos de
fe, sino que, a partir de ellos, argumenta para probar otra cosa. Por
ejemplo, el Apóstol en 1 Cor 15, 12ss, partiendo de la resurrección de
Cristo, argumenta para probar la resurrección de la humanidad. Sin
embargo, hay que tener presente que, dentro de las ciencias losó-
cas, las inferiores ni prueban sus principios ni discuten contra quien
los niega, sino que dejan que esto lo hagan las superiores. La me-
tafísica, que es la suprema de las ciencias losócas, discute contra
quien niega sus principios siempre que éste esté de acuerdo en algo;
pues si el interlocutor lo niega todo, a la metafísica no le es posible
discutir con él, aunque sí puede resolver sus problemas. Como quie-
ra que la Sagrada Escritura no tiene por encima como superior otra
ciencia, discute con quien niega sus principios. Si éste está de acuer-
do en algo de los principios que se tienen por revelación, entonces
argumenta. Así, con la autoridad de la Sagrada Escritura discutimos
contra los herejes; y con un artículo de fe lo hacemos contra quien
niega otro. Si, por otra parte, el interlocutor lo niega todo, ya no hay
posibilidad de hacerle ver con razones los artículos de fe, aunque sí
se pueden resolver los problemas que plantee contra la fe, si es que
lo hace. Pues la fe se fundamenta en la verdad infalible, y lo que es
contrario a la verdad no es demostrable; de donde se sigue que los
razonamientos que se presentan contra la fe no son demostraciones
inapelables, sino argumentos rebatibles (S. Th. I, q. 1, a. 8, c.)