Filópolis en Cristo N° 4 (2025) 119-124
ISSNL 3008-8844
Sección Enrique Shaw,
un apóstol para nuestro tiempo
Continuando con el afán de hacer conocer la personalidad y la
obra del Siervo de Dios Enrique Shaw, presentamos el comentario
del Dr. Gonzalo Castellanos a una de sus obras.
“Notas y apuntes personales”
Enrique Shaw
Mediante la siguiente recensión presentamos el libro “Notas y
apuntes personales” de Enrique Shaw, recopilados e introducidos por
Adolfo Critto, Claretiana, ACDE, Buenos Aires, 2011, 119 pp., disponi-
ble en libros de Enrique Shaw.
La obra se encuentra estructurada en diez capítulos, precedidos de
una introducción y biografía.
En esta breve reseña nos vamos a detener en seis aspectos: en pri-
mer lugar, el testimonio de Enrique Shaw; en segundo lugar, sus re-
exiones sobre el matrimonio, la familia y la educación de los hijos;
luego unas pinceladas sobre el mundo del trabajo y la empresa; segui-
damente, su visión de la autoridad en la sociedad; en quinto lugar, el
mensaje sobre el reinado social de Cristo y, por último, una aproxi-
mación a la cuestión de la felicidad.
Ante todo, Shaw nos recuerda que hemos sido creados para amar,
que debemos procurar amar a Dios, mediante la adhesión a Su Vo-
luntad, y al prójimo. Destaca que no “basta con buenas intenciones”
(p. 31) y, por ello, en su oración pedía en concreto “estar atento a las
necesidades de la gente con quien voy a estar en contacto hoy” (p. 31).
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En su vida espiritual se proponía “ser más simpático” (p. 33), no
tener una “cara ceñuda” (p. 38), entablar conversación agradable aún
con quienes no simpatiza y mantener una “atención sonriente”, inspi-
rado en la sonrisa de la Virgen de Lourdes (p. 34).
Quería que se diga de él lo mismo que de Santa Catalina de Siena:
“Nadie se acercaba a ella que no se retirase mejor” (p. 37), de modo
que –reexionaba– “es preferible no recibir a alguien que hacerlo
cuando uno está enojado” (p. 40).
Enrique Shaw puso los medios necesarios para alcanzar una
excelente formación personal; además de su capacitación laboral,
nuestro autor se dedicaba a lecturas bíblicas y de doctrina social,
para conocer a Jesucristo, la verdadera ciencia, sólida, útil y fecunda
(p. 66)
A veces se preguntaba si es que sirve para algo tanta lectura (p. 67),
cuestión a la que responde armativamente, porque sin ella “es muy
fácil dejarse llevar por cualquier teoría que está en boga, o impresio-
narse por la última opinión oída” (p. 67). En efecto, “la persona leída
tiene la gran ventaja sobre la que no lo es, porque no se deja llevar tan
fácilmente por charlatanes semiinstruidos” (p. 68).
Sobre el matrimonio, la familia y la educación de los hijos, nos en-
seña que casarse es no pertenecerse a sí mismo y que un matrimonio
es feliz cuando cada uno de los cónyuges se propone no ser feliz él,
sino hacer feliz al otro (p. 45).
Señala que los hijos son la alegría de la familia, a quienes debemos
hablarles del plan de Dios: “Es el fundamento más profundo y más
claro para preservar la pureza; porque en general todo conspira en su
contra, sobre todo a una determinada edad” (p. 118).
Indica que debemos rezar mucho por nuestros hijos, “pues sólo
Dios es capaz de educar el carácter: nosotros podemos y debemos po-
dar y rezar, pero es Él el que hace crecer” (p. 78).
Respecto del trabajo y la empresa, destaca que “es necesario di-
vulgar la verdadera dignidad, el sentido y el gran valor sobrenatural
del trabajo” (p. 91), concebido no sólo como un medio de sustento
sino también como una herramienta de formación personal, para
cultivar la inteligencia y la voluntad; “al no haber ocios, se repri-
men los vicios” (p. 91). Es que el trabajo constituye una vocación,
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un medio para santicarnos, conformarnos a la Voluntad Divina y
merecer el Cielo (p. 92).
Señala que somos responsables de la ascensión humana de nues-
tro personal (p. 50), que es un deber hacer prosperar la empresa, pero
no únicamente para ganar dinero (p. 51), de modo que el objeto de la
vida económica, el dinero, ocupe un lugar subordinado al carácter y
a la virtud (p. 56).
Indica que “hay que humanizar la fábrica” (p. 55), pensando más
en los hombres que en la empresa, ya que un día se nos preguntará:
“¿Qué han hecho, como patrones cristianos, para evitar la descristia-
nización de los obreros?” (p. 51). En efecto, “la más grande miseria del
mundo obrero es su miseria espiritual” (p. 57).
Paralelamente, nos invita a enlazarnos intelectualmente con nues-
tro ambiente y penetrar en él (p. 67), estudiando las soluciones pro-
pias de cada país, teniendo un sentido de causa (p. 91), siendo un
profesional eminente para ser un mejor apóstol (p. 71).
En cuanto a la autoridad, pone de relieve que es para el bien de los
demás, por lo que debe proveer al bien común y proteger el desarrollo
de la personalidad (p. 45); en efecto, “solo puede ejercer autoridad
quien la recibe de Dios” (p. 94).
Apunta el venerable que “nada realza tanto la autoridad como el
silencio. Puede mandar quién tiene carácter, buen sentido y, sobre
todo, quien ha aprendido mucho. Sostengo que el que manda deberá
destacarse de los otros hombres por su previsión, su prudencia y su
tenacidad para el trabajo” (p. 92).
En relación al reinado social de Cristo, subraya “debo hacer que
Cristo reine en mí, en nuestro matrimonio, en nuestra familia (inclu-
so la ‘familia grande’), en las empresas donde trabajo, en la Patria, en
la Iglesia” (p. 112).
Pues el remedio a los problemas sociales en el orden espiritual “es
una vuelta sincera a las enseñanzas del Evangelio (...) En el reconoci-
miento de las prerrogativas reales de Cristo y la vuelta de los indivi-
duos y de la sociedad a la Ley de su Verdad y de su Amor está el único
camino de salvación” (p. 114).
En este punto, hemos de recordar que Enrique fue miembro fun-
dador y primer presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de
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Empresa (ACDE), concebida para la “implantación del Reino de Dios
en el mundo de los negocios” (p. 61).
Finalmente, el empresario católico estima que la felicidad reclama
simultáneamente la verdad para la inteligencia, el bien para la volun-
tad y un cierto bienestar del cuerpo” (p. 68).
Esta felicidad a la que somos llamados no puede alcanzarse sin
vida de oración (capítulo V); citando a San Alfonso María Ligorio
considera que, para no caer en la tentación, “el primer medio es la
oración; el segundo, la oración; el tercero, la oración y si mil veces
me preguntaran, mil veces les daré la misma respuesta” (p. 74).
Apunta el marino que “antes de hablarle de Dios a esa alma, hable-
mos de esa alma a Dios” (p. 78), señala que “el hombre sólo es fuerte
cuando ora” (p. 79) y que en cinco minutos de oración se resuelven
más problemas que en horas de discusión.
Además de la oración y las prácticas de vida espiritual (rezo del
rosario, meditación, visita al Santísimo, dirección espiritual, etc.) a
las que se dedicaba con fervor, ocupa un lugar central en la vida de
Shaw la Santa Misa; él se proponía comulgar frecuentemente y bus-
car la unión íntima con Cristo. Para comulgar con “hambre” tenía que
conversar con Jesús antes y después, juntando así el coraje necesario
en orden a vencer “la tendencia al excesivo confort típico de toda civi-
lización moderna” (p. 82).
El denitiva –sostiene– el mensaje de Jesús es una invitación a
la felicidad (p. 100), Dios nos garantiza la máxima felicidad en el
Cielo (p. 100), aunque también quiere que seamos felices aquí en
la tierra, en el mayor grado posible a nuestra naturaleza humana,
se trata de una “felicidad relativa, pero real” (p. 100). En efecto,
“la felicidad temporal y eterna consiste en ser eles a la voluntad
de Dios” (p. 111).
En estas breves líneas –que pretenden sólo una primera apro-
ximación a la obra, cuya lectura recomendamos enfáticamente–
hemos querido presentar la gura del venerable Enrique Shaw,
paradigma de laico católico que –especialmente en este año ju-
bilar– nos ha enseñado a vivir como peregrinos de esperanza, a
la luz de las enseñanzas del Evangelio y la Doctrina Social de la
Iglesia, dejando un admirable testimonio de que, aún en tiempos
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de crisis, es posible alcanzar la santidad en el mundo de la familia,
la empresa y el trabajo.
Gonzalo Castellanos
Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino
gonzalo.castellanos@unsta.edu.ar
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