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Filópolis en Cristo N° 4 (2025) 119-124
ISSNL 3008-8844
Sección Enrique Shaw, un apóstol para nuestro tiempo
un medio para santicarnos, conformarnos a la Voluntad Divina y
merecer el Cielo (p. 92).
Señala que somos responsables de la ascensión humana de nues-
tro personal (p. 50), que es un deber hacer prosperar la empresa, pero
no únicamente para ganar dinero (p. 51), de modo que el objeto de la
vida económica, el dinero, ocupe un lugar subordinado al carácter y
a la virtud (p. 56).
Indica que “hay que humanizar la fábrica” (p. 55), pensando más
en los hombres que en la empresa, ya que un día se nos preguntará:
“¿Qué han hecho, como patrones cristianos, para evitar la descristia-
nización de los obreros?” (p. 51). En efecto, “la más grande miseria del
mundo obrero es su miseria espiritual” (p. 57).
Paralelamente, nos invita a enlazarnos intelectualmente con nues-
tro ambiente y penetrar en él (p. 67), estudiando las soluciones pro-
pias de cada país, teniendo un sentido de causa (p. 91), siendo un
profesional eminente para ser un mejor apóstol (p. 71).
En cuanto a la autoridad, pone de relieve que es para el bien de los
demás, por lo que debe proveer al bien común y proteger el desarrollo
de la personalidad (p. 45); en efecto, “solo puede ejercer autoridad
quien la recibe de Dios” (p. 94).
Apunta el venerable que “nada realza tanto la autoridad como el
silencio. Puede mandar quién tiene carácter, buen sentido y, sobre
todo, quien ha aprendido mucho. Sostengo que el que manda deberá
destacarse de los otros hombres por su previsión, su prudencia y su
tenacidad para el trabajo” (p. 92).
En relación al reinado social de Cristo, subraya “debo hacer que
Cristo reine en mí, en nuestro matrimonio, en nuestra familia (inclu-
so la ‘familia grande’), en las empresas donde trabajo, en la Patria, en
la Iglesia” (p. 112).
Pues el remedio a los problemas sociales en el orden espiritual “es
una vuelta sincera a las enseñanzas del Evangelio (...) En el reconoci-
miento de las prerrogativas reales de Cristo y la vuelta de los indivi-
duos y de la sociedad a la Ley de su Verdad y de su Amor está el único
camino de salvación” (p. 114).
En este punto, hemos de recordar que Enrique fue miembro fun-
dador y primer presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de